KENIA: Safari desde la terraza
Estoy tomando el último te en la
preciosa terraza de nuestro lodge, antes de abandonar el Mara. Cuando todo el
mundo ha acabado ya su desayuno y han salido de safari, hay una tranquilidad
que me permite disfrutar de mi infusión con calma. Los pájaros están a sus
cosas en la ribera del río Talek y los monos aprovechan el fruto de sus últimos
hurtos en las traseras de las cocinas.
En un extremo de la terraza está Rabito, uno de los admirables vigilantes nocturnos masái, que está finalizando su interminable jornada. Nos conocemos de las numerosas veces que me ha acompañado a mi tienda por las noches, charlando sobre la fauna, mientras intento seguir sus zancadas casi trotando detrás de él. Rabito está plantado, hierático, como sólo saben hacerlo los masáis, en un extremo de la terraza mirando hacia el talud del río. Como sabe de mi interés por los animales, me avisa con gestos de algo al otro lado de la baranda de madera. Me acerco y allí, nada más y nada menos, ramonea un sitatunga.
Nunca he visto el caudal del río
tan alto como ahora, porque, a pesar de que estamos en la temporada seca, ha
llovido abundantemente durante meses. Me pregunto unos instantes por dónde
habrá llegado el antílope, hasta que recuerdo cosas de su historia natural que
leí de niño. El sitatunga es un especialista en la vida en los pantanos, por lo
que se podría considerar el verdadero antílope acuático. Posee unas pezuñas
modificadas de tal manera que, cuando abre los dedos, se convierten en
verdaderas raquetas que le ofrecen mucha sustentación en los terrenos fangosos.
Además, nada perfectamente, por lo que ha llegado al talud de la terraza
atravesando el peligroso Talek crecido.
Me felicito de poder observar a este fantasma de los humedales africanos, de librea tachonada que le da un perfecto camuflaje en los ambientes en los que vive. Mientras se alimenta discretamente, conmigo como único espectador, unos pajarillos que me recuerdan a nuestros colirrojos, los cosifas de Rüpell, danzan y cantan en las ramas del árbol bajo el que se mueve el sitatunga, desplegando toda una exhibición visual y sonora. De fondo, las sempiternas tórtolas arrullan poniendo el contrapunto a los cosifas.
Poco a poco, el sitatunga se va alejando de mi vista. Me levanto y camino, absorto aún en la observación, hacia la cercana puerta del hall. Justo antes de entrar, me despierta de mi ensoñación un cercopiteco que acaba de orinar y defecar en el tejado sobre la puerta. Por poco no me ducha con todo lo que chorrea y rueda por el alero para caer a mis pies.
Sólo si vives esto momentos eres consciente del paraíso que es África oriental para un naturalista. En Verano salimos de nuevo al parque, si quieres la información descárgatela de este enlace.
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