Duelo al sol. En el día Mundial del León 2025.
El cadáver del eland es muy
fresco y apenas ha sido consumido. Uno de sus matadores se encuentra junto a
él. Es un león adulto, en la plenitud de su vida,
Como demuestra cuando muerde
al antílope por el cuello, en una imitación del acto de matar, y llega a
levantarlo y a arrastrarlo unos segundos. La presa no es un adulto, que llegan
a pesar casi una tonelada, pero puede tener el peso de un toro de lidia y el
león es capaz de esa exhibición de poder moviéndolo. Sin embargo, su intención
de arrastrarlo a una zanja que hay junto al camino, a la sombra de una mota de
tierra, fracasa ante la enormidad del trabajo. Agotado por el derroche de
fuerza que ha debido de emplear en batir a semejante presa la noche anterior,
por los intentos de poner su captura a resguardo y por el calor del mediodía
que empieza a ser intenso, el macho abandona y se echa en la sombra, oculto a
nuestra vista.
Pero, ¿Qué estimula de esa manera a la ardua tarea de arrastrar a una presa que podría controlar desde los veinte o treinta metros que la separan de la sombra? La respuesta se encuentra a cien metros del eland muerto: una multitud de buitres y marabús esperan pacientemente que el poderoso gatazo de melena dorada baje la guardia y les permita acceder a la carne.
Y es que existe una relación milenaria entre leones y buitres. Los superdepredadores africanos y las grandes carroñeras se observan unos a otros: los leones miran al cielo e interpretan la caída paracaidista de los buitres como la señal de que han localizado un cadáver. Por el contrario,los buitres vigilan a los leones desde el cielo, pues para ellos también es una gran posibilidad de encontrar comida en los despojos de los grandes gatos.
Mientras la sala de espera se va
abarrotando de aves necrófagas, hay un cambio en la vigilancia del enorme
antílope muerto: otro gran macho, en apariencia más viejo, pero menos poderoso
que su compañero, sale de la zanja e intenta también arrastrar el cadáver hacia
una posición más cómoda y resguardada. No obstante, y a pesar de su empeño, el
nuevo león no consigue ni siquiera levantar al antílope del suelo.
El león observa a los buitres caer del cielo |
Mientras el leonazo fracasa en un nuevo intento de arrastrar al eland, un nuevo personaje entra en escena: un alimoche sombrío, pequeño pero espabilado buitre africano, rompe el perímetro de seguridad y empieza acercarse a la carroña en busca de alguna piltrafa que echarse al pico. Aquí comienza un duelo en el que la agilidad y la astucia se enfrentan a las cargas de la fuerza bruta. El león quiere volver a la sombra acogedora, pero sabe que en cuanto se aleje lo justo, un comensal no invitado va a comenzar el esperado festín de los buitres. Consciente de que una horda de aves carroñeras hace desaparecer uno de estos cadáveres en cuestión de pocas horas, el león aborta cualquier intento del alimoche. Pero, lejos de espantarse, el menudo buitre sabio levanta pequeños vuelos y observa atentamente el comportamiento de su agresor. Esa curiosidad de las especies presa o de competidores en desventaja es la que permite aprender sobre aquellas que se colocan en los estratos superiores de las redes tróficas.
Seguimos observando el
interesante combate, sin que ambos contendientes lleguen a entrar en contacto
físico y, finalmente, abandonamos el lugar, dejando a los animales resolver sus
asuntos en privado.
El alimoche sombrío resultó el más osado de los buitres y también el más pequeño y astuto |
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