El último elefante. Día Mundial del Elefante 2025.
“Los elefantes entran y salen del
cráter del Ngorongoro trepando por las laderas. Los grandes machos son más
sedentarios y frecuentan el bosque de
Lerai, pero las manadas matriarcales nomadean por un territorio que abarca
mucho más que el propio cráter.”
Shaban, mi colega salaam, es quien me explica los movimientos de los elefantes,
cuando descendemos lentamente por una de las empinadísimas pistas que accede al
parque. La rampa está pavimentada, por seguridad, y está salpicada por las
enormes e inconfundibles boñigas de los paquidermos. Si, por un momento, me
había costado aceptar la idea del mamífero terrestre más grande trepando por
una rampa tan empinada, el reguero de excrementos sobre el pavimento me envía
la imagen lejana de los elefantes domesticados ascendiendo lentamente por larampa del fuerte Amber, en Jaipur.
Una vez en el suelo de la
caldera, que se encuentra a dos mil metros por encima del nivel del mar,
nuestro safari transcurre entre la gran fauna africana que ha convertido este
lugar en un auténtico paraíso para los animales. Observamos leones
pertenecientes a alguna de las siete manadas locales, con los machos luciendo
la espectacular melena negra; impresionantes hienas manchadas; un serval de
patrulla por la llanura salina, cuya estilizada figura vibra refractada a
través del aire caliente. Incluso distinguimos, muy lejos, la masiva silueta de
un rinoceronte negro, que se refugia tímido en una de las zonas restringidas a
los coches de safari.
En el vasto pantano de Ngoitokitok,
disfrutamos de las familias de hipopótamos y de la deliciosa variedad de aves
acuáticas, para alegría de los pajareros del grupo.
Pero, ¿Dónde están los elefantes? Sabemos que están, porque hemos visto su rastro, pero ellos no aparecen. Es sorprendente cómo un animal tan grande puede pasar desapercibido en un lugar tan abierto. Finalmente, lo vemos en medio del pantano: es un viejo macho solitario, que se alimenta de la tierna vegetación palustre, entre los pelícanos y los ibis sagrados. A pesar de la lejanía, sus dos masivos colmillos destacan contra su figura gris: ¡es un big tusker! Ahora sí que estamos ante algo excepcional y maravilloso, pues uno de los últimos grandes machos con defensas que superan los cincuenta kilos cada una nos concede audiencia.
Estos elefantes machos, con
colmillos tan largos que arañan el suelo a su paso majestuoso, están
prácticamente extintos. Apenas cien en toda África, quizá una treintena en los
parques fronterizos entre Kenya y Tanzania y cinco en el N’gorongoro.
Perseguidos casi hasta su exterminio total. Los últimos big tuskers son un preciadísimo reservorio genético para su
especie, poseen una altísima inteligencia emocional y una memoria atesorada
durante sus cincuenta años de vida. La memoria de una estirpe que enseñoreó la
Tierra y que hoy vive su ocaso. Soy muy consciente de todo esto mientras
contemplo al viejo tusker vagar en
paz por las aguas someras de su pantano. Al dejarlo, me asalta la terrible idea
de que la imagen de este solitario podría ser una premonición del destino del
último elefante, el postrer representante de su especie, buscando sin cesar la
compañía de sus desaparecidos semejantes.
De vuelta a la cima de la caldera y mientras subimos por la empinada ladera boscosa, entre cascadas y bosque de montaña, puedo imaginar a los elefantes en sus peregrinaciones, trepando lentamente por un paisaje evocador de mundos perdidos. Una vez coronada la cima, encontramos a un ejemplar alimentándose plácidamente a más de cuatro mil metros de altitud. Quizá aún queda esperanza para los gentiles gigantes africanos.
No puedo celebrar mejor en DíaMundial del Elefante que recordando los momentos increíbles vividos con esta
especie en el Cráter de los Prodigios.
Si nos queréis acompañar, partimos de nuevo en Noviembre. Os dejo la información.
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