PROSA AL OTOÑO DE MADRID

 Esta mañana abandono mi hotel sin prisa ya que he madrugado sin querer. Cerca está el Retiro, mi reunión de hoy no esta lejos y camino por el interior de un parque que se despierta con el frío de las primeras rociadas otoñales. Este año está haciendo calor y todo se ha retrasado. No se siente apenas el frío de la mañana y el placer de caminar se acentua ante la escasez de semejantes que molesten ruidosos. Resuena la canción del El Barrio en mis oidos " si, si Madrid, nos vamos pa Madrid..."

No ha llegado el barrendero que recoge las hojas muertas cada mañana, pero no es que tarde, es que al otoño le va a  costar llegar este año. Se juntaran probablemente, las nieves con las hojas secas. De lejos el "run run" de los coches que se despiertan malhumorados y enfilan por Alfonso XIII. Una ráfaga hace que lluevan las hojas de los robles y los castaños y a cada paso crujan bajos mis pies. Se despierta el otoño de Madrid. Una joven, ausente con sus cascos, me adelanta a toda prisa embutida en su traje de correr. Pantalón corto ceñido y camiseta delineada. Grácil movimiento de caderas y acompasados suspiros de esfuerzo. Un abuelo, sin cascos, con gorra, me saluda. No tiene prisa, su otoño ya llegó y ahora espera, tranquilo, relajado el invierno de su vida. Una cotorra se despierta en la mañana y afanosa proclama que es de día. No hay ardillas, no hay gorriones, no hay paseo. Solo hay hojas que se caen y silencios que se acaban. El Retiro ya despierta y Madrid ajetreada apenas se da cuenta.

Salgo al día, Alcalá horadada, profanada por la turba mañanera se difumina con el tránsito. Miro atrás y los robles del parque me despiden con sus ramas ondulantes y desnudas. El otoño llega silencioso y Madrid, sin darse cuenta, lo saluda...