RUMANIA: EL PAPEL DEL TURISMO DE OBSERVACIÓN EN LA NATURALEZA


Al pie de la carretera encontramos esos curiosos colmenares trashumantes que tanto llaman la atención cunado las ves por primera vez. Se trata de un camión con un remolque preparado para alojar un gran número de colmenas de colores, en algunos casos más de cien. Apis mellifera carpatica es la subespecie más frecuente en estas explotaciones que venden sus productos directamente allí donde se instalan. En Rumania, aprecian las colmenas como la mayor farmacia natural posible.

La pista por la que empezamos a remontar el valle recorre prados ganaderos, donde los pastores profesionales llevan a cabo su duro trabajo, cuidando de rebaños de ovejas (existen censos que hablan de 9 millones de cabezas de ovino en el país) en unos hábitats con algunas de las densidades más altas de grandes carnívoros de Europa. Aquí mismo viven lobos grises, linces boreales y osos pardos en un estado de conservación envidiable y ninguno de ellos desdeña degustar la carne de cordero. En Rumania no se pagan indemnizaciones por las bajas que causa en el ganado la fauna salvaje. Aquí la responsabilidad cae casi por completo en los pastores que cuidan de los rebaños de varios propietarios en los pastizales de verano. Nadie les pide cuentas por muertes que puedan causar los osos o los lobos, y en ocasiones el lince, pero han de demostrar que la pérdida ha sido por esta causa. Eso implica siempre recupera la oveja muerta y es de imaginar el riesgo que eso conlleva. En muchas ocasiones le han de arrebatar su presa a un oso a garrotazos y es en estas ocasiones en las que se producen accidentes en los que el pastor lleva las de perder.

Por el camino, es posible observar grandes águilas. El águila pomerana con frecuencia y, con suerte, las imperiales orientales que regentan un territorio de cría en la zona.



Hacemos una escala en una cabaña forestal allí donde el valle se estrecha y empieza el bosque. Ati, es el encargado de la sociedad de cazadores de la zona que gestiona el observatorio de osos.

Hoy su finalidad es únicamente turística, pero durante muchos años, incluidos los primeros en los que viajábamos hasta allí, los osos eran especie cinegética. El manejo, heredado del régimen de Ceaucescu, consistía en un exhaustivo control de los osos presentes en la zona. En lugares como el observatorio, se proporcionaba alimentación suplementaria a los osos en el momento delicado en el que acaban de salir de la hibernación. No era raro en primavera observar excrementos de los plantígrados totalmente compuestos por maíz proveniente de estos aportes. También se utilizaban esos puntos, donde lógicamente se concentraban los osos de la demarcación para censarlos y para conocerlos individualmente. Incluso por sus rastros. También los osos los conocían a ellos. Esta política ha propiciado que en los bosques de transilvania exista una densidad de oso pardo unas quince veces mayor que la del parque nacional de Yellowstone y bosque aledaños.

Los hombres de bosque como Ati que se encargaban de cada cuartel registraban toda la información en su cuaderno de campo, escribiéndolo a mano. Lo he visto tomando notas cuidadosamente colocándose una pequeñas gafas redondas que contrastan con su aspecto rudo. Siempre he pensado en qué tesoros sobre la biología del oso pardo guardan los cientos de cuadernos escritos por hombres como él, durante décadas de seguimiento de campo.

Subimos andando por el camino que lleva al observatorio ya cruzando el robledal que se va transformando en hayedo. Ati me señala una huella de oso que sale del bosque a la pista. Es muy fresca y bastante pequeña. Seguro que pertenece a un joven. El veterano ranger sonríe con una ternura de quien reconoce a un amigo cercano. Entiendo la profunda empatía que siente hacia sus osos y entiendo su profesionalidad en el momento desagradable de ver como alguien ajeno al bosque pagase por cazar uno de ellos. Hoy eso ya no es posible en Rumanía, pues la caza de trofeo de grandes carnívoros quedó abolida en 2017. 

Será interesante observar cómo afecta este cambio a la conservación de estas especies en los Cárpatos. Y será interesante ver si el turismo de observación respetuoso que ya se practica allí hace años es capaz de coexistir con éxito con una convivencia milenaria de humanos y vida salvaje.

Si te apetece conocer el mundo del oso pardo en uno de sus mejores reductos mundiales, te invitamos a acompañarnos en las próximas expediciones de Ecowildlife Travel a la Rumanía salvaje.

JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE
Naturalista y guía

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