VIVIR SIN PRISA: FELIZ 2024
Clika en la imagen para acceder al Álbum de fotografías de Pilar |
Estamos acostumbrados a convivir con el estrés, a llenar nuestro tiempo y nuestras vidas de actividades, al igual que ocurría en el Barroco con el arte. “Horror vacui” se denominó aquella corriente en la que no quedaba espacio libre para nada.
Lo justificamos como una
imposición de los nuevos tiempos. En esa loca carrera de “maricón el último”
(expresión políticamente incorrecta en la actualidad, pero que todos entendemos
bien) vamos por la vida como pollo sin cabeza.
Lo preocupante es que esa
dinámica la llevamos a todos los terrenos, incluido el ocio. Cuantos más
deportes hagamos, mejor. Cuantos más kms corramos, o cuantas más brazadas
demos, mejor. Y si encima lo podemos subir a nuestras redes sociales, será el
summum.
Y qué digo si hablamos de viajar…
Hay que ir a lugares lejanos y exóticos y hacer miles de fotos con nuestro
móvil de última generación. “Voy a petar Instagram. A ver cuántos likes consigo
hoy”.
Esos malditos selfies, “yo
delante de la pirámide, besando la esfinge”, “yo apoyando mi mejilla en un
caimán”, “yo al borde del precipicio”, “yo vestida de odalisca, tapando medio
Taj Mahal mientras pongo morritos”, “yo con la boa constrictor sobre mis
hombros” y todas con esa sonrisa bobalicona de “a ver si tienes narices de hacer
tú lo mismo… jeje”
No es necesario irse lejos, ni
batir ningún récord, ni arriesgar tu vida buscando la foto más guay.
Hay que saber encontrar la
belleza en una brizna de hierba capaz de crecer de forma casi imposible en una
minúscula grieta, en los pétalos al viento de una amapola que brilla al sol, en
la mirada atenta de un gato con los músculos paralizados a punto de saltar como
un muelle sobre el incauto ratón.
Para captar la belleza de las
cosas simples hay que ir por la vida sin prisa, llevando bien abiertos los ojos
y sobre todo el corazón.
No hay mejor cámara que nuestros
ojos, nada más agradable que cerrarlos y trasladarnos a esos lugares que nos
han impactado.
En un instante vemos y vivimos de nuevo esa increíble puesta de sol sobre el océano, ese insecto sobre la delicada flor, esa puerta entreabierta que nos invita a imaginar qué hay al otro lado.
La fotografía es sólo el
marcapáginas del libro de nuestra vida, para que no olvidemos esos momentos
señalados.
Pero el resto, la emoción que
acompaña a esa imagen y que la hace tan especial, la ponemos nosotros.
Pongamos emoción en lo que
hacemos y miremos la vida despacio, con la inocencia de un niño curioso que
observa por primera vez.
La recompensa es grande.
Os
invito asomaros a mis ventanas y contemplar este álbum fotográfico que he publicado, os presto mis ojos para que las miréis con mi
mirada, podéis acceder al álbum fotográfico desde este enlace.
Muy profundo y con un sentimiento explícito.
ResponderEliminarDesnudar el alma siempre da un poco de pudor, pero si conseguimos comunicar cosas positivas y son bien recibidas, resulta muy gratificante. Gracias
Eliminarnos encanta que los viajeros se acerquen a este blog y nos cuenten sus experiencias viajeras. En este caso desde la óptica de una gran viajera y fotógrafa en un post de gran belleza, gracias por la colaboración Pilar
ResponderEliminarGracias por tus palabras, José Luis. Viajar es una fuente de enriquecimiento en muchos ámbitos. Es un placer poder colaborar a la inversa de alguna forma.
EliminarTotalmente de acuerdo en que hay que mirar y disfrutar del mejor enfoque que tenemos que son nuestros ojos y recrearnos en lo que estos pueden captar ya que estos están conectados con nuestras emociones y sentimientos…solo así nos convertimos en viajeros…y luego están las fotos, pero nunca sustituirán el placer de contemplar sin prisa y sentir
ResponderEliminarAsí es. Aunque la vida en ocasiones nos lo ponga difícil, tenemos que aprender a disfrutar de cada momento y lugar serenamente. El resultado merece la pena.
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