Kenia: La leona de ojos rasgados de Chooka Gate
Amanece en la reserva de Buffalo Springs mientras nosotros cruzamos la puerta de Chooka. La burocracia en esta reserva es breve, tan solo unos minutos, amenizados por las entradas y salidas de los vencejos cafre que anidan en nidos robados a las golondrinas locales, ubicados en el rincón del techo de la construcción.
Muy cerca, en un recodo del camino hay una leona sentada de espaldas a nosotros. Fija en algún lugar del horizonte espinoso, sin perder el foco en algo que solo ella ve. Inmóvil, como si estuviera guardando la entrada a un templo.
Sus dos cachorros de cuatro meses rompen la tensión jugando sin cesar. Se atacan entre ellos, corren a espantar un bando de estorninos espléndidos que picotea el camino a unas decenas de metros de ellos.
Son un macho y una hembra, aún bastante parejos, y jugando están desarrollando su capacidades mentales y físicas. Las reglas que regirán buena parte de su vida se escriben mediante sus constantes travesuras.
Mientras los dos hermanos siguen con sus travesuras, la madre sigue con el foco puesto en la espesura. Finalmente aparece en nuestro campo el objeto de su atención: un imponente oryx beisa se acerca lentamente hacia la zona donde se encuentra la depredadora.
La leona es una experta cazadora, como en seguida demuestra su estrategia. En lugar de intentar avanzar hacia el antílope por el camino más corto, la gata da un rodeo que lo aleja de su presunta presa y busca la cobertura de los arbustos y la hierba. En ese momento, la vida y la muerte empiezan a repartirse las cartas. El oryx avanza lentamente hacia donde la leona espera agazapada. Mientras él enfoca todos los sentidos hacia la posición donde intuye el peligro, ella se camufla entre la vegetación. Un despiste del ungulado y un metro de avance de la leona.
Durante unos minutos, nosotros
contenemos la respiración en el coche. Finalmente, el oryx gana el duelo
sicológico y decide retroceder, pues, aunque quizá no ha olido a la fiera, algo
le dice que la muerte le espera entre la hierba.
Con su presa fuera de alcance, la
leona vuelve caminando hacia donde sus hijos se han echado a esperar. Cuando pasa
cerca de nosotros, de cara, podemos observarla en todo su esplendor: es
bellísima. Simon, mi compañero kikuyu, me
comenta que, según su experiencia, estas leonas que tienen acusados rasgos “orientales”
son magnificas cazadoras y muy exitosas en la vida.
Hay voces de contacto entre la
madre y los cachorros a medida que se acerca a ellos. La reunión es muy feliz,
llena de cabezazos cariñosos, juegos y caricias. En medio de esta felicidad,
los tres se van alejando del lugar. Los dos hermanos otra vez activos, nos deleitan
con ataques y contraataques, entre ellos y con su madre. Viendo su vitalidad y su
estupendo aspecto, pienso en todo lo que había leído acerca de la dificultad
que tienen las leonas que crían en solitario para sacar adelante a su prole.
Recuerdo haber escuchado Félix relatar casos trágicos de leonas que habían
perdido a sus camadas al no poder defenderlas y cazar a la vez para salir adelante.
No sé si la apreciación de Simon sería reconocida por científicos, más eruditos, pero infinitamente menos conocedores de la fauna africana en el campo que él, pero no hay mucha duda que esta leona de ojos rasgados tiene el coraje y la habilidad suficiente para criar a sus hijos con éxito, en uno de los ambientes más hostiles para su especie.
Cuando los perdemos de vista, no sabemos que volveremos a encontrarnos con esta familia y que la observación será extraordinaria. Pero esta es una historia para una próxima entrada.
En Agosto salimos de nuevo a Kenia, si queréis más información, lo tenéis en este enlace.
JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE
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