Una excursión bajo tierra. Leones y facoceros.
Esta mañana rastreamos
leones en el parque nacional de Samburu y en Buffalo Springs en Kenia. Las huellas de la impresionante
hembra de ojos rasgados que observamos ayer están frescas en la pista, no lejos
de la puerta de la reserva, por la que hemos accedido al amanecer. Seguramente,
volvía a reunirse con sus hijos después de alguna expedición de caza nocturna.
Ayer tuvimos una espléndida observación de la leona y sus dos cachorros, que
quizá tengan cuatro o cinco meses. La leona recechó un óryx, mientras los dos
hermanos, dos machos, esperaban a su madre más o menos
disciplinados. Hay que decir que uno de ellos ensayó su propio rececho a un
bando de estorninos que se alimentaba en el suelo.
Una vez reunidos los tres, se marcharon entre los juegos de los dos bulliciosos aprendices de león, que practicaban atacándose, defendiéndose del otro o saltando sobre su madre, que participaba a regañadientes en la hora del recreo.
Lo mejor que te puede pasar cuando observas leones es que haya cachorros en el grupo. Y esto es lo que hemos buscado esta mañana en la reserva de Buffalo Springs, en el norte de Kenya.
Cuando observas a los leones
durante el día, el período normal por el que transcurren los safaris, lo
habitual es que estén descansando: lo hacen durante veintitrés horas de
veinticuatro. Aunque siempre hay pequeñas historias subterráneas en un clan de
leones. Observar sus relaciones personales, los vínculos que son la argamasa
social de la manada, todo expresado en pequeños gestos, siempre me emociona.
Además, si hay pequeños hay acción. Como todos los cachorros del mundo, los de
los leones aprenden su oficio jugando y, ser león es un trabajo duro, violento
y su formación se ha de completar en poco tiempo. Podemos asegurar, por tanto,
que los leoncitos no tienen tiempo que perder.
Orientados por el rastro de la
leona, localizamos a la familia monoparental en medio del bush: ella está echada en la sombra de una acacia y los dos
pequeños demonios bullen a su alrededor. Juegan, trepan al arbolillo y merodean
por unos agujeros excavados alrededor del mismo.
Los agujeros en el suelo son bocas de una madriguera de facoceros. Estos cerdos salvajes se refugian en galerías subterráneas, al más puro estilo de nuestros tejones. Los túneles tienen un diámetro que se ajusta al grosor del cuerpo del cochino y, éste, se introduce de culo en su hura, hasta la ensanchada cámara de reposo, en el extremo opuesto de la entrada. Semejante maniobra defensiva le ofrece a un potencial intruso una penosa incursión por un claustrofóbico túnel, en cuyo final espera una pavorosa boca llena de colmillos afilados como machetes.
Cazar a un facocero en su caso, no parece una empresa fácil si tenemos en cuenta lo expuesto arriba, pero no hay quien esté a salvo de la acción depredadora de los leones allí donde estos reinan. Hace unos años, observamos aquí mismo, en las tierras de los samburu, a dos jóvenes leones peregrinos exhumar a un facocero de dentro de su madriguera.A pesar del peligro que entraña esta caza, pensé que, para dos jóvenes leones sin melena, aún a punto de alcanzar su plenitud física, los facoceros en su cueva eran presas más asequibles que un búfalo cafre, por ejemplo. El rato que los tuvimos apurando lo que quedaba de su presa, apenas el cráneo roído, me preguntaba cómo aquellos dos vagabundos expulsados de la manada habían aprendido la arriesgada técnica empleada en las madrigueras.
Los dos hermanos de esta mañana, liderados por el más osado, han debido de pasar buena parte de la noche agrandando las bocas de la hura para acceder a su interior. El valiente leoncito se introduce en una de las galerías y, tras unos minutos de suspense, emerge de nuevo de su excursión espeleológica. Según sospechamos, el jabalí está dentro. Todo ocurre bajo la atenta mirada de la madre. Toda la escena cobra sentido. Se trata de un asedio, que no sólo implica la educación de los cachorros, sino la posibilidad de hacerse con una presa, si esta no resiste y abandona finalmente su bunker.
Como si se tratase de dos episodios de la misma saga biográfica, las dos observaciones se enlazan en mi cuaderno de campo. Probablemente aquellos dos hermanos de años atrás tuvieron una maestra tan magnífica como nuestra leona de ojos rasgados.
En los próximos meses tenemos varias salidas acompañadas a Kenia, tanto en Semana Santa como Julio y en Noviembre que acompañaremos desde España y donde tendremos la oportunidad de conocer de cerca la gran fauna africana y sus costumbres. Si nos quereis acompañar, tenéis toda la información en este enlace.
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