ATAPUERCA: EL NEARDENTAL LAMPIÑO

 

Texto y fotos José Carlos de la Fuente

La tienda era quiosco, mercería y zapatería, todo junto. Era visita obligada la fachada donde exponían las revistas pilladas a una rejilla con pinzas de la ropa. Allí vi por primera vez la revista Natura y allí coleccionaba Fauna en los primeros ochenta.  Un día me impactó un rostro humano me miraba desde la portada de Muy Interesante. Era completamente lampiño y a pesar de los rasgos peculiares, resultaba extrañamente familiar. Era un Neandertal.

Allí invertí la paga de la semana. El artículo era fascinante. Un paleoilustrador había reconstruido a un hombre de Neandertal con la idea genial de no ponerle pelo. Siguiendo la tendencia que empezaba entonces, presentaba de la mejor manera posible a una especie absolutamente humana, diferente de los sapiens pero tan cercana que te podrías encontrar con uno de ellos sin mayor impacto. Ya no eran los chimpancés con smoking de las primeras recreaciones de esta otra humanidad.

Aquel artículo me vino de perlas para un trabajo que presenté ese año en el cole. Me pusieron un 10 y los neandertales pasaron a formar parte de mi propia mitología.

A finales de junio, visitaba Burgos y Atapuerca porque necesitaba acabar de documentar otro trabajo. No se me da muy bien escribir sobre algo que no he tenido ante mí y, con esta salida pretendía empaparme del ambiente de los increíbles yacimientos de esta sierra castellana y visitar el Museo de la Evolución Humana en los que se exhiben algunas de las mejores piezas desenterradas de sus simas.

La verdad es que mi interés tenía como objetivo principal las especies estrella de los yacimientos. Homo antecessor y Homo heidelbergensis, humanos con restos abundantes, y carnívoros como los leones de las cavernas, jaguares europeos, hienas, osos, lobos, linces… Los neandertales aún no han hecho apenas acto de presencia, excepto por una falange y por el convencimiento de los investigadores de que tienen que estar ahí, pero sí que están bien representados en los museos ligados a Atapuerca.

En las instalaciones al aire libre del Centro Arqueología Experimental de Atapuerca vamos siguiendo las magníficas explicaciones de una monitora. Nos va haciendo viajar por la evolución humana  a través sobre todo de la tecnología lítica. Es un lugar muy curioso, con las representaciones de fauna prehistórica autóctona en medio de la estepa cerealista, el canto chirriante de los trigueros de fondo y el vuelo lejano del aguilucho cenizo.

El grupo de visitantes se coloca en respetuoso semi círculo alrededor de una recreación de un enterramiento neandertal con la monitora ejerciendo de maestra de ceremonias. Una vez aceptado que el hombre de neandertal era un humano morfológicamente muy cercano al sapiens, con un cerebro mayor (aunque no más encefalizado proporcionalmente) y con una tecnología pareja a la de sus primos africanos (nosotros), el debate se centra en si eran gentes simbólicas o esa sigue siendo una característica exclusiva de nuestra propia especie.

Lo cierto es que cada vez van apareciendo más evidencias del simbolismo de los neandertales. La figura del adulto que se inclina con un gesto de duelo sobre el adolescente, con la intención de rociar el cuerpo del difunto con ocre, aparece como un salto más adelante de la entidad de aquella lejana portada de mi infancia. En cada uno de estos avances, apoyados en los descubrimientos paleontológicos, nos acercamos al conocimiento de una especie extraordinariamente cercana a nosotros que se desvaneció para siempre.

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