KENIA: LAS REDES SOCIALES DEL RINOCERONTE
Cruzamos la sabana, en las
tierras altas del Ecuador, en Ol Pejeta.
Nos dirigimos a la zona conocida como Kichebe,
en busca de guepardos, cuando nos topamos con un titánico macho de rinoceronte
negro. Está plantado con firmeza sorprendido por nuestra llegada y Simon, mi
experimentado colega kikuyu,
permanece en alerta por si el rino decide cargar contra el coche. Pero la
famosa agresividad del rinoceronte negro, que yo no he visto nunca, por cierto,
queda sustituida por asertividad en el comportamiento de la bestia: empieza a
defecar y sus grandes boñigas son pisoteadas por las patas traseras, semejantes
a balaustres pétreos, levantando una nube de polvo a su alrededor. Por unos
segundos, el escenario se carga con ecos de la prehistoria.
El rinoceronte negro es uno de
los tesoros más preciados que guarda esta gigantesca reserva privada y, además,
se cuenta entre las especies de megafauna más difíciles de observar. Es una
criatura bastante nocturna, tímida, esquiva y algo agorafóbica. Para nuestro
gozo, la observación de hoy será de las memorables.
Lo que el rino está haciendo ante nuestros ojos, aparte de las funciones fisiológicas de la defecación, es comunicarse con sus congéneres. Toda especie, por más solitario que sea su comportamiento, necesita relacionarse con los demás. El rinoceronte negro se ha considerado durante décadas un tipo antisocial, que evita a otros miembros de su especie, siempre y cuando no sea para aparearse o cuando se trata de madre e hijo, durante el periodo de crianza. Además, los grandes machos dominantes, defienden su territorio con agresividad y, llegado el caso, con feroces peleas en las que las consecuencias para los contendientes pueden ser muy graves: sólo hay que imaginar esa punta de lanza que tienen por cuerno impulsada por mil cuatrocientos kilos de masa muscular impactando en el cuerpo del contrincante.
Para evitar encuentros no
deseados, pero mantener el imprescindible contacto social, los rinocerontes,
negros y blancos, utilizan estas letrinas distribuidas por su territorio como
centros de comunicación. Aquí defecan mensajes de interés para la comunidad de
rinos de la zona.
Siempre me ha despertado mucho interés la comunicación química de los mamíferos. Quizá el misterio de este comportamiento, vedado aún a nuestra capacidad investigadora, sea el que despierta esa curiosidad, pero, estoy seguro que todos los componentes de nuestro grupo de safari son conscientes de que hemos presenciado un momento extraordinario con este imponente rinoceronte negro. Añadido a la dificultad de observar a esta especie tímida y elusiva, hemos podido observar su comportamiento.
Constato una vez más que no hay un
safari igual a otro y que cada vez que te adentras en las tierras salvajes, el
misterio y la magia de África te aguarda a la vuelta de la esquina.
Este año saldremos dos veces a Kenia y Tanzania, si queréis acompañarnos podéis ver la información en este enlace.
José Carlos de la Fuente
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