ANDALUCÍA: RESERVA DE LA BIOSFERA DE DOÑANA

Sentado sobre una roca delante de una de las marismas que llenan Doñana, hablando de fauna, de aves y también de caballos, de toros bravos, de terneras mostrencas, de flamenco, de vinos y también de las mujeres rumanas y polacas que recogen los fresones que dan nombre en el mundo entero al condado de Huelva, me doy cuenta de que no por muchas veces que venga, tengo ganas de marcharme de este paraíso bañado por el mar en Huelva, en mi tierra Andalucía.

La Reserva de la Biosfera de Doñana, está situada en la desembocadura del río Guadalquivir y ocupando parte de su antiguo estuario. Hemos paseado estos días por algunos de sus paisajes que se dividen en el humedal de la marisma, clave en las rutas migratorias de dos millones de aves entre África y Europa; en la vera que la sigue y el bosque que se oculta en su interior y que da una  riqueza faunística la convierte en el enclave único de unas 375 especies de vertebrados, siendo además uno de los últimos reductos para especies en peligro de extinción como el águila imperial o el lince ibérico. Y como no: el ser humano, elemento clave y transformador del paisaje por su acción y por su interacción, a veces depredador y otras ( menos desgraciadamente) protector de este lugar único en el mundo.

Lugar de encuentro de culturas por su cercanía al mar y por tener vías de comunicación que, como el río Guadalquivir, la hacen punto de encuentro desde la antigüedad de los míticos tartesios (dicen que Astarte la diosa de la felicidad tuvo aquí su morada), romanos que vinieron buscando su riqueza, árabes que la consideran hoy incluso suya y los onubenses, sevillanos y gaditanos actuales, que mezclan en sus fronteras pasión religiosa, amor a la naturaleza y una gran actividad económica.
























Bajando desde Sevilla veremos unas comarcas al norte donde predominan las tierras agrícolas y pueblos que se modernizan,  donde se cultiva el olivo, el cereal y la vid y al llegar al sur, nos llenamos la vista de hermosas playas, dunas casi vírgenes  y marismas llenas de vida donde se intenta proteger al pescador, al apicultor,  al cazador, si al cazador, también, a  "la cultura del toro", si también a esa por que es necesaria para la tierra; y las mariscadoras y mariscadores de la costa y se intenta integrar el cultivo de la fresa con las mujeres rumanas y polacas que viene a cultivarlas y como no, en un país laico seguimos protegiendo la devoción a la señora de las marismas, la Virgen del Rocío,  porque todo eso, señoras y señores, es patrimonio de la humanidad y digno de ser protegido para que nadie pueda causarle daño.

Orgulloso de formar parte de ese patrimonio. Os dejo más fotos en este enlace.

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