INDIA: GUERRA EN EL PLANETA DE LOS SIMIOS
Los monos del Templo se desplazan con familiaridad entre las concertinas dispuestas contra ellos. |
En la India transcurre la guerra en el planeta de los simios. La administración intenta combatir a los macacos, considerados una plaga en las ciudades, pero protegidos por la religión.
Sentada solemne sobre el
edificio, una gárgola monta guardia con profesionalidad, como consciente de su
cometido. Se trata de un gran macho de langur, cuya soledad es extraña cuando
sabes que pertenece a una estirpe de criatura sociales.
No es habitual observar langures
tan adentro de las ciudades, pero, una mirada más atenta nos desvela que el
centinela está cautivo: un collar y una soga lo anclan al ámbito de la pequeña
mezquita ubicada en el recinto del Fuerte Rojo de Agra. Mis acompañantes, la
mayoría naturalistas, incluyendo una veterinaria amante de los primates, no
tardan en preguntarme por el motivo del extraño guardián de la mezquita.
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En el hueco abierto por una bala de cañón anida una pareja de cotorras de Kramer |
Este lugar tiene un pasado eminentemente bélico, que llena casi todos sus rincones, mezclándose con los detalles de la vida cotidiana de los emperadores mogoles y su familia. El que más me gusta es el agujero de una bola de cañón inglesa que se incrustó en la pared de mármol de la sala de audiencias del gobierno imperial. En la oquedad que creó el cañonazo hay un nido de cotorra de Kramer. Pero la guerra no ha abandonado del todo el monumento turístico. En el delicado entramado de coexistencia entre la fauna salvaje y los humanos e, incluso entre las grandes religiones del mundo, existe otra, larvada, poco conocida. En la India transcurre la guerra en el planeta de los simios (permitidme la licencia zoológica). La administración intenta combatir a los macacos, considerados una plaga en las ciudades, pero protegidos por la religión. Se utilizan métodos experimentales para esterilizar a estos monos; se capturan sin cesar para trasladarlos a santuarios y, para mantenerlos controlados, a veces se usa el arma prohibida pero que más teme un macaco (después del leopardo): un langur mercenario. Los langures son competidores y, por lo tanto, enemigos naturales de los macacos y, generalmente, un gran macho de esta especie basta para mantener a los vecinos incómodos fuera del lugar custodiado por este.
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Entre los actos religiosos cotidianos, en el hinduismo, se encuentra alimentar a animales sagrados. Una horda de macacos se reune alrededor de un puesto callejero de fruta para ofrendas. |
Sin embargo, ninguna de las medidas adoptadas es suficiente para mantener a raya a los monos pandilleros. Y es que, los macacos rhesus han encontrado un hábitat donde prosperar en las ciudades. Si visitas el bazar de Chandni Chowk, donde todo es laberíntico, puedes comprobar cómo, en el paradigma de lo urbano, los monos ciudadanos se encuentran a sus anchas. El dédalo de callejuelas, al que nunca llegan los rayos del sol, está atestado de gente, motos, tuc-tucs y tiendas: es la mayor expresión de la humanidad actual que he observado nunca. A pesar de esto, los macacos medran sin dificultes aquí. Si consigues arrancar tu mirada de lo que pasa a ras de suelo y miras hacia arriba, esta se enredará en la caótica maraña de cables que cuelgan a la altura de los primeros pisos. En ese estrato puedes observar a la otra especie de primate, perfectamente adaptada a la ViejaDelhi.
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Joven macaco bajo los balcones de la Vieja Delhi. |
Podríamos
pensar que un entorno tan plenamente urbano, es hostil para un primate no
humano. Delhi, la macro urbe con 32 millones de habitantes, la contaminada
capital de la India, es también una de las ciudades más arboladas del mundo. En
su territorio, esta ciudad desmesurada y fascinante contiene 18 millones de
árboles, perfectamente catalogados e identificados. La mayoría de estos árboles
son especies frutales, como mangos, tamarindos o ciruelos. Teniendo en cuenta
este dato, no nos deberíamos extrañar de que la próspera población de macacos
de Nueva Delhi encuentre en sus calles un auténtico paraíso forestal, en el que
encuentran con facilidad un maná en forma de sápidas y coloridas frutas.
Pero la mayor fuente de recursos de los macacos urbanos de la India son los residuos humanos y estos monos grandes, valientes y agresivos han aprendido a explotarla de la mejor manera posible. Y es ahí donde explota el conflicto con los humanos. Mary Roach, en su entretenido libro CRIMENES ANIMALES, explica un caso extremo que le contaron en la India sobre la desfachatez de estos monos: un macaco se coló en un hospital, arrancó un catéter de un paciente y chupó con fruición la glucosa por el cabo libre de la manguerita.
Cambiando
de escenario nuevamente, encuentro la imagen que mejor define este conflicto:
la de los macacos moviéndose con soltura por entre las concertinas, colocadas
precisamente contra ellos en el Templo de los Monos de Jaipur. En este lugar,
tradicionalmente poblado por hordas de monos, se han ido alternando el dominio;
langures, más asociados al dios mono Hanuman,
titular del templo principal, y macacos, también sagrados, aunque en menor
medida. Allí se les alimenta con generosidad, como una ofrenda a Hanuman, y los macacos viven a sus
anchas, bañándose en los estanques sagrados en los que los fieles buscan
purificación, y cometiendo pequeños hurtos a los turistas. Un amigo tuvo que
pagar al brahman un rescate en rupias
por sus gafas, robadas por un mono. Esta situación se ha ido de las manos de
tal manera, que el gobierno ha obligado a los sacerdotes a tomar medidas contra
los macacos, bajo la amenaza de expropiar el recinto.
Ahí está la gran contradicción del alma india: tener que combatir a una especie en el mismo recinto sagrado donde se le adora.
Salimos de nuevo en breve a la India, tenéis toda la información en este enlace.
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