INDIA: LA CIUDAD AZUL DE JODHPUR Y SU FORTALEZA


En verano las tormentas de arena que azotan el norte del Rajhastan indio pasan cubriéndola de polvo y en cuanto llegan los monzones, las casas de la  ciudad azul, Jodphur, pierden su azulado tono y se empobrecen ( ¿aún más?). pero sus habitantes vuelven a pintarla en cuando llega el  buen tiempo y en Diwali se reúnen todo a celebrarlo en los patios de esta hermosa ciudad del desierto.

Desde una de las salas hermosamente decoradas del fuerte Mehrangarh, se ven los barrios azules de Jodhpur, al pie de las murallas. Solo por caminar por dentro de esta auténtica ciudad amurallada ya merece la pena el desplazamiento hacia esta ciudad del Rajastán indio. La fortaleza crece desde la  misma piedra sobre la que se asienta, y desde allá los antiguos moradores vigilaban el acechante desierto, sus caravanas y las ordas que a veces la invadían. Los lujosos salones de techos dorados, sus paredes de espejos, sus detalles de marfil y sus lindo aposentos, nos recuerdan que Jodhpur fue lugar de encuentro de comerciantes y reyes y que aquí se decidió muchas veces el destino de esas caravanas que tanta riqueza trajeron.

Desde uno de los salones, donde un profesor de citar nos ha regalado unas tranquilas melodías, vemos abajo el serpenteante barrio de casas teñidas de añil que se vislumbran desde las almenas. Cubos y formas rectangulares que, ni por asomo, dan una idea del laberinto medieval que conforman

Bajamos de la fortaleza y descendemos al barrio. Si el color azul de sus casas embellece la mirada, sus laberínticas calles llenas de suciedad, con cloacas abiertas, desmerecen mucho y es el motivo por el cual, este lugar único y singular nunca será declarado patrimonio de la humanidad. El laberinto de callejas decoradas de motivos de añil, verdes y amarillos nos vomita sobre el sobreexcitado mercado Sardar. Entre casas con patios donde las mujeres tiendan la ropa y cocinan, vemos también havelis lujosos hoy convertidos en Hostes para mochileros.

Originariamente, solo los miembros de las castas brahmánicas estaban autorizados a diferenciar sus viviendas con ese tono. Así dejaban claro -sin abrir la boca- que tras aquellas puertas vivía una familia distinguida. Luego el resto de los vecinos, saltándose ese premisa en tiempos ya de la república, decidieron saltarse el tema de las castas y pintar sus fachadas de azul para “evitar la entrada de moscas, mosquitos y otros insectos portadores de enfermedades”.

Y entre ese laberinto de casas, también deambulan las vacas sagradas, las ruidosas motocicletas y las elegantes mujeres rajastanies adornadas con saris de colores alegres y joyas doradas de las que presumen con descaro. La suciedad no importa, la belleza plástica de la ciudad la ha vencido y nos venimos con un puñado de instantáneas y una nueva histeria que contar. Espero que os haya  gustado.

Salimos en breve de nuevo a conocer otro de los estados de la India, si quieres tener más información, os la dejamos en este enlace.


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