INDIA: LA CACERÍA DE LOS PERROS JAROS



“Lo que había dicho Won-tolla significaba que los dholes, los rojos perros cazadores del Dekkan, iban de paso buscando algo que cazar, y la manada sabía que incluso un tigre le cederá su presa a los dholes. Las errabundas caminatas de Mowgli lo habían llevado hasta los confines de los grandes prados del Dekkan, y había visto a los fieros dholes durmiendo, jugando y rascándose en los agujeros y matojos que usan como cubiles.”

EL LIBRO DE LAS TIERRAS VIRGENES Rudyard Kipling

Los coches del safari se congregan allí donde la pista discurre por el ecotono entre el bosque de teca y bambú y la sabana en el entorno de un lago. Esto ocurre cuando un animal de los buscados en estos safaris es detectado. Nos acercamos con expectación, sin saber aún que vamos a tener la inmensa suerte de observar a uno de los carnívoros más emblemáticos de la fauna asiática. Cuando el guía susurra “wild dog”, nuestra mente ya nos lo ha dicho. Las lecturas infantiles de Kipling sembraron la idea de que algún día los tendría ante mí, en la jungla india. Los perros jaros.

Los perros salvajes asiáticos, cuones, dholes o perros jaros , nombres por los que son conocidos son unos cánidos mediados, algo más pequeños que el lobo. De pelaje predominantemente rojizo, combinando pardos y ocres de diferente intensidad, se trata de animales muy bonitos. Destaca en ellos una cola muy poblada.

La subespecie que habita el subcontinente indio Cuon alpinus alpinus se encuentra amenazada por la pérdida de hábitat y la persecución directa. Aunque actualmente no es posible encontrarlos fuera de Asia, existe registro fósil en Europa y América. Como curiosidad, lo encontramos en la fauna ibérica como atestigua el ejemplar hallado en la cueva de Obarreta, datado en el Pleistoceno Superior.
Aquí, en el PN de Tadoba mantiene una población sana y es aquí donde esperábamos observarlos, a pesar de sus costumbres esquivas.

Y la observación ha sido espléndida. Los hemos observado alimentarse de una presa muerta, un ciervo pequeño, un chital que han escondido en el interior de un bosquete de bambú. Observando el festín, no es difícil de encontrar similitudes con los lobos. La fuerza con la que desmiembran al cervatillo evidencia su potencia masticadora.

También los hemos podido observar salir al camino y practicar toda una ceremonia de marcaje. Los dos miembros de la pareja defecan, orinan, chequean olfativamente un punto del camino hasta que crean una pequeña letrina. Lamentablemente, pensé estar grabando todo este comportamiento pero los nervios me jugaron una mala pasada a la hora de pulsar el rec de mi cámara, así que sólo queda registrado en mi memoria, el cuaderno de campo y alguna buena foto de mis compañeros.
Finalmente, los vemos trotar campeando por la sabana de Tadoba, pasando entre algunas de sus presas potenciales, pavos reales, avefrías, nilgais que no los pierden de vista. Desaparecen en la depresión del lago con ese trote mantenido y elegante para el que los cánidos fueron esculpidos por la evolución.

Los safaris indios son diferentes a los africanos en cuanto a la cantidad de fauna que observamos, pero en cada uno de ellos hay una observación al menos que brilla de forma exclusiva inolvidable. Y además son los únicos que nos permiten ver el mundo a través de los ojos de Mowgli. En Abril y diciembre del 2019 salimos de nuevo a buscarlos, si quereis acompañarnos, tenéis toda la información en este enlace.

Os he dejado más fotos de est safari en el album del viaje.

JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE

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