RUMANIA: UNA NUEVA EXPEDICIÓN


Vídeo completo de nuestra expedición

Tener un oso pardo rondando un par de noches por nuestro hotelito, seguramente resume muy bien la evolución de la situación de esta especie desde que empezamos a viajar a Rumania en 2012. La especie va cambiando y nosotros somos testigos asombrados de ello. Su población crece en medio de la humana y los osos se adaptan y aprenden a aprovechar los recursos que los cultivos, tradicionales o nuevos (como ocurre con el maíz transgénico que se cultiva ahora en enormes extensiones en Transilvania). Los cambios de manejo, pasando de ser una especie cinegética gozar de una protección estricta, presentan nuevos desafíos en conservación.

Nuestro grupo, guiado por un equipo de guías implicados profesionalmente en la gestión y conservación de grandes carnívoros además del turismo de observación, ha podido observar una buena cantidad de ejemplares durante un programa de tres días. En concreto, hemos podido avistar 21 osos diferentes, pero en situaciones que reflejan distintos aspectos de la realidad de la especie en Rumania.

























El oso desde el hyde del bosque

Hemos observado grupos familiares y algún ejemplar aislado, alimentándose en los campos de cultivo a primera hora de la mañana, justo antes de regresar al bosque para el sueño diurno. Una osa preñada comiendo manzanas y maíz, en medio del bosque, desde un “hide” herencia de los tiempos en los que el oso se gestionaba para su caza. Y hemos observado osos buscando alimento en las calles de algunos pueblos turísticos. También hemos aprendido como afrontan en cada sitio esta situación de conflicto entre humanos y fauna salvaje.

Durante las esperas, zorros, corzos o ciervos no ha dejado de aparecer frente a nuestros prismáticos y telescopios. Incluso una tarde, un grupo de murciélagos forestales, muy probablemente “Barbastellas” nos deleitaron durante un par de horas cuando salieron del robledal para cazar en el borde entre el bosque y la campiña.

Por supuesto, los pájaros carpinteros, con el pito negro como emblema, y los bonitos cascanueces o las perdices pardillas fueron observaciones ornitológicas destacadas durante nuestro paso por las montañas. Como apunte curioso, pudimos comprobar que estas gallináceas se comportan en Europa central más como las perdices rojas ibéricas que como nuestras propias pardillas del norte de España, mucho más montañeras. Aquí, levantábamos lo banditos de los campos de cultivos del fondo de los valles.
Garza Imperial en el Delta del Danubio

La parte de la expedición que transcurre tradicionalmente por el Delta del Danubio, tuvo como protagonistas a las aves, como es habitual en aquel humedal infinito. Entre los limícolas que ya se podían observar en las playitas fangosas, un precioso combatiente blanco, que me hizo recordar a otra observación similar de hace veinte años en la monegrina laguna de Sariñena, fue una de las estrellas de las salidas en barca por los lagos y canales. Pigargos europeos jóvenes aprendiendo la profesión de pirata, bandos de pelícanos pescando, la constante presencia de ardéidas, los pitos menores en los bosques de ribera del Viejo Danubio, los cisnes jóvenes haciendo gala de su reciente independencia, los bonitos cormoranes pigmeos… Para un observador de aves, el Delta nunca defrauda.

Los anfibios se dejaron notar menos que en primavera, pero es imposible dar un paso sin verlos u oírlos. Y en cuanto a los mamíferos deltaicos, esta vez los representó un joven perro mapache que se dejó ver campeando por la orilla de una de las islas.

Otra expedición al salvaje corazón de Europa de la que volvemos cargados de experiencias naturalistas y al que ya estamos desando regresar en primavera. Si queréis acompañarnos tenéis toda la información en este enlace.

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