BECQUER (IV). PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD DEL MUDEJAR DE ARAGON. TARAZONA




Entre los muchos sitios pintorescos y llenos de carácter que se encuentran en la antigua ciudad de Tarazona, la plaza del Mercado es sin duda alguna el más original y digno de estudio. Parece que no ha pasado para ella el tiempo que todo lo destruye o altera. Al encontrarse en mitad de aquel espacio de forma irregular y cerrado por lienzos de edificios a cual más caprichosos y vetustos, nadie diría que nos hallamos en pleno siglo XIX, siglo amante de la novedad por excelencia, siglo aficionado hasta la exageración a lo flamante, lo limpio y lo uniforme. Hay cosas que son más para vistas que para trasladadas al lienzo, siquiera el que lo intente sea un artista consumado, y esta plaza es una de ellas.

CARTAS V DESDE MI CELDA
BECQUER


No está, concretamente, el arte de Tarazona incluido en el Patrimonio de la Humanidad del mudejar aragonés, pero bien podría estarlo.  La arquitectura mudéjar aragonesa es una corriente estética dentro del arte mudéjar que tiene su centro en Aragón (España) y que ha sido reconocida en algunos edificios representativos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Las primeras manifestaciones del mudéjar aragonés tienen dos orígenes: una arquitectura palaciega vinculada a la monarquía, que reforma y amplía el Palacio de la Aljafería de Zaragoza manteniendo la tradición ornamental islámica y alarifes musulmanes y una arquitectura popular que enlaza con el románico que deja de construir en aparejo de sillería y comienza a elaborar sus construcciones en ladrillo dispuesto en muchas ocasiones en tracerías ornamentales de raigambre hispanomusulmana. Esta es la que más conmunmente veremos por todas las iglesias dispersas por Aragón.



Entramos de noche en Tarazona, es Navidad pero no hace frio y recorremos sus calles observando la hermosura de esta noche de invierno. No estan muy concurridas, ascendemos por la judería y la Calle de San Atilano, vemos sus palacios desvencijados, casas moriscas en venta, perros y gatos por las esquinas pero por más que miro, no veo las amazonas de la isla de Aldabaran, tampoco las mujeres esbeltas y de largas piernas. En esta Tarazona, se han perdido las beldades del romanticismo. Hoy las chicas llevan chandal y flequillos y los chicos peinados con crestas. Ya la plaza del mercado no tiene vendedoras que enamoran, ni vendedores que engalanan sus mercaderías con hermosas rimas. Hoy es una  plaza llena de coches que apenas dejan espacio al caminante. Turistas que miran embobados la fachada del ayuntamiento intentando enteder un arte que, iluminado, no lo parece.


Salgo al paseo y me siento y es ahí , con el libro en la mano, donde intento descubrir la Tarazona hermosa que imaginé con las cartas de Becquer y entonces, la veo en sus niños, los veo correr con sus calzones y con sus juguetes, los veo meterse entre las gentes y subir por las callejas, reirse de sus ocurrencias ..."y chiquillos que corren y vocean, caballerías que cruzan, vendedores que pregonan, una interjección característica por acá, los desaforados gritos de los que disputan y riñen, todo envuelto y confundido con ese rumor sin nombre que se escapa de las reuniones populares, donde todos hablan, se mueven y hacen ruido a la vez, mientras se codean, avanzan, retroceden, empujan o resisten, llevados por el oleaje de la multitud."


Y entonces entiendo que Tarazona es su arte mudejar que pasa sin ruido entre turistas, pero que el verdadero patrimonio de la ciudad son sus gentes, sus vendedores y sus compradores y sobre todo sus jovenes que mueven en el interior de Aragón lo que se escapa de otras comarcas cercanas que se mueren en lo rural  y de países cercanos que vienen, como llego el poeta, con la ilusión de empezar una nueva vida.

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