O quizás ya estaban aquí cuando llegaron los demás o es que se les ve mas, lo cierto es que ello llegaron y a partir de ahí, la península comenzó una nueva historia. Hoy en día sigue existiendo el barrio chino con sus negocios de pescado y sus tiendas de importación y como no, sus pequeños restaurantes donde sirven comida en la calle. No es este barrio chino como otros que conozco, este es un barrio muy limpio como todo Singapur, sin gente que grita y corre arriba y abajo y pescado esparramado por el suelo. Todo es orden y pulcritud, no es un barrio chino a la usanza, es un barrio casi de decorado para extranjeros.
Aún así la calle Pagoda, sigue teniendo el encanto que tuvo antaño cuando los ingleses mandaban por aquí, el centro de interpretación de la cultura local, sigue siendo atractivo y pararse en alguna de las tiendas de informática a regatear precios, un placer que no debemos obviar.
Pero hoy los chinos ya no son chinos, son gente de Singapur, que aprecia la buena vida, que le gusta trabajar y también disfrutar y que vibra con Fernando Alonso corriendo con Ferrari en el circuito urbano de la ciudad. Es gente del siglo XXI que se olvido de la madre patria y adopto una nueva nacionalidad. Y los jóvenes van tatuados y llevan ropa de marca que es lo que se lleva ahora y las chicas les gusta lucir sus beldades. Creo que este es la nueva Singapur que huye de tópicos de piratas y asalto y compite con otras megaciudades por ser la más mega y la que más tiene de todo pero eso sí, respetando a todos y a todas las culturas y exigiendo a todos ( de los indios hablaré mañana) civismo para comenzar a caminar. Y en eso, los chinos, son el alma de la ciudad y las nueva forja de un país con apenas territorio pero que esta a la cabeza de la economía de Asía.
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