KENIA: EL RETO DE LA VIDA EN LA SABANA II



Nos encontramos de nuevo en Kenia en un safari de Ecowildlife. Nos encontramso en el paeque nacional Samburu. Cinco o seis coches (contando con los tres que componen nuestro safari) se acumulan en una zona abierta. Allí, el nyika , la estepa arbustiva de los Samburu se vuelve sabana y allí es donde encontramos al gran especialista de los espacios abiertos. El guepardo.

El más diurno de los gatos africanos. Suele cazar en pleno día, durante las calurosas horas centrales, cuando los rayos verticales del sol ecuatorial abrasan a leopardos, hienas y leones, y también a los molestos turistas. Para adquirir esa velocidad punta vertiginosa, que no alcanza ningún otro mamífero viviente, el guepardo ha renunciado a las armas poderosas de los otros grandes felinos. Su delicada y ligera construcción lo hace incapaz de defender sus presas ante los otros grandes depredadores, así que evita coincidir con ellos. Cazar y comer, mientras sus poderosos competidores se refugian en las escasas sombras.  Sólo treinta o cuarenta esforzados “muzungus” vamos a ser asombrados testigos bajo el sol de la tarde.

Se trata de una familia. Una hembra adulta con sus cuatro cachorros.  Al fondo de la escena un nutrido rebaño de orix beisa, el propio  del cuerno de África, alguna gacela de Grant y avutardas de varias especies.

La actitud de la madre nos hace ver que puede empezar un rececho. Comienza a moverse hacia donde se encuentran los herbívoros.  Debe de haber detectado presas potenciales, entre las que no se encuentran los oryx adultos. Quizá las gacelas que pastan cerca de ellos, quizá alguna avutarda. Tener unos gatitos en crecimiento, próximos o ya destetados, la obligan a redoblar el esfuerzo cazador.
Seguida por los cachorros, la guepardo inicia una secuencia en la que se suceden furtivo acercamientos, agazapada entre la vegetación de la sabana, con paradas para estudiar el escenario, bien sentada, bien echada sobre su vientre.

El viento nos da en la cara igual que a ella. Viene de los antílopes hacia nosotros, por lo que la cazadora lo tiene absolutamente a favor. Eso me recuerda la vieja polémica que debate si los grandes felinos se colocan conscientemente cara al viento para acechar. Es difícil de saber, quizá ha sido una circunstancia fortuita, pero su paciente movimiento de acecho la ha colocado en una posición favorable respecto al sensible olfato de sus posibles presas de pelo.

Cuando el grupo de felinos se encuentra a mita de distancia entre nosotros y su objetivo potencial, una orden imperceptible de la madre hace que los cachorros se oculten en el matorral. No tienen aún la habilidad necesaria y sólo serían un estorbo. Las grandes aves terrestres confiaran en su vista y oído, como armas antidepredatorias.

Durante una hora, el juego continúa. A ratos perdemos de vista a la hábil cazadora. Cuando la volvemos a localizar, se encuentra agazapada entre el rebaño de oryx, que parecen pastar ajenos a la presencia de la gata. La presencia de los oryx ha interrumpido el acercamiento de la madre guepardo. Envuelta por una de las especies de antílope más agresiva y mejor armada del continente, sólo puede permanecer allí, inmóvil entre la hierba. La cantidad de cuernos, que podría haber inspiado las lanzas de Velazquez, le añaden tensión al momento. Hasta que es detectada. Entonces se desencadena el ataque del rebaño. Observamos a la cazadora, huir de decenas de antílopes que la embisten enfurecidos. Finalmente, la frustrada gata consigue zafarse de sus perseguidores. Su velocidad la ha salvado de decenas de cuernos y pezuñas afilados. 

Exhausta, regresa caminando. El guepardo no posee estamina, como los cánidos. La respiración agitada. Da un enorme, rodeo, sin delatar a su prole escondida. Pasa el camino frente a nuestros coches. Nos sigue rodeando, muy lejos ya de los oryx. El murmullo inquieto entre los observadores ¿Que será de los cachorros que ahora quedan entre los bravos antílopes y la comitiva de todoterrenos?

La madre empieza  emitir unos gañidos agudos y lastimeros, que pueden recordar tanto a los maullidos de un gatito como al reclamo de un ave. Alguien, lejos entre el matorral ha recibido la llamada. Los cuatro pequeños guepardos llegan al medio galope. Cruzan el camino por la parte opuesta de la fila de coches a  la que lo ha hecho su madre y se produce el esperado reencuentro. La madre se echa en el suelo, protegida la familia por un grupo de pequeñas acacias. Se lamotean las caras. Se frotan las mejillas. Juegan. Celebran el reencuentro. Dos de ellos trepan con más o menos éxito a una acacia achaparrada.


El final nos es del todo feliz para los felinos, sino agridulce. Ganancia pero pérdida. Pérdida pero ganancia. Los guepardos son cazadores bastante exitosos. Suelen asegurarse muy bien de que tendrán éxito en sus lances cinegéticos. Su estadística habla de algo más del doble de acciones positivas en relación a los leones. Hemos podido comprobar su paciencia, su estrategia. Cómo miden la preciosa energía, combustible vital que los impulsa en sus sprints cegadores. A pesar de todo ello, nuestra madre coraje no ha cazado. Los oryx han interrumpido violentamente el acercamiento a la presa que ella había escogido. La familia felina no comerá hoy. Pero nos vamos de allí sabiendo que tiene a cuatro cachorros que han superado la barrera letal de los tres meses, periodo en el que mueren la mitad de los pequeños. Esto habla de una madre hábil y experimentada. Difícilmente llegaran todos a subadultos durante los 15 o 20 meses que estarán bajo sus cuidados, pero con una madre así todo es posible.

El vídeo que acompaña esta entrada, recoge un minuto de esa larga hora, pero suficiente para imaginarnos todo lo que haya sucedió. Este mes de Agosto salimos de nuevo a Kenia y en Semana Santa de 2018, personalmente acompañaré una nueva expedición a la sabana africana, si queires acompañarme tienes toda la información en este enlace.

JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE.

Comentarios

  1. Fue impresionante uno de los mejores momentos del viaje ��
    Aunque nos dió bastante pena que regresara con las zarpas vacias ��para sus bebés .
    Si yo hubiera tenido una pata de jamón te juro que se la hubiera dado ��

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    1. Ay que buena madre eres, seguro que al “Penarrocha” no le hubieras llevado un bocata jajajajaj

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