Hoy en Madrid he vivido una sencilla anécdota de una anónima inmigrante. De esas que no quiere Sarkozy y a las que en España miramos de reojo. Es tan solo un niña de 19 años. Si una niña. En España ya sería una mujer con novio y con ilusiones de mujer, en el Sahara, las niñas de pueblo saharaui con 19 años, piensan en poder estudiar, acabar una carrera y volver a su país, si a su país, por mucho que Mohamed V, el sátrapa marroquí y sus aliados internacionales les nieguen el derecho, y una vez allí, ayudar a conseguir los sueños de sus padres, de sus abuelos, de sus hermanos mayores, el sueño de conseguir un Sáhara libre, sin injerencias, sin torturas, con derechos, con libertad…, libertad a la que aman por encima de todas las cosas, incluso del desierto que les rodea y le ahoga pero que les da la vida, incluso por encima de sus tiendas y campamentos en los que viven refugiados en medio de la nada. Las niñas saharahuis que hoy se fotografiaban con nosotros, tan solo tienen 19 años y el deseo de volver algún día a su pueblo y llevar con ellas la libertad.
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