PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD: CUEVA DE ŠKOCJAN .SLOVENIA (II)

                      
Después de dejar el castillo de Pedjama, nos dirigimos por un dramático paisaje que el rio Rela va dejando a su paso, en un paraje increíble de bosques totalmente blancos con las primeras nieves de ese tardío invierno, se encuentra uno de los lugares más hermosos de esta joven Eslovenia: la cueva de ŠKOCJAN, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1.986 Vinimos hasta aquí huyendo del temporal y buscando refugio en la cueva de la que tantas veces oímos hablar. Y la encontramos.

El día es frío, cae mucha nieve y el viento sopla con fuerza como debía hacerlo antaño cuando los antepasados de los actuales eslovenos se refugiaban en estas inalcanzables cimas. María, nuestra guía, nos avisa de la total prohibición de hacer fotos en el interior de la gruta. Visitaremos unos 3 kilómetros de los cinco abiertos al público en verano, en la cueva más larga de Europa. Al no poder hacer fotos del interior, desde ECOWILDLIFE cumplimos escrupulosamente todas las normas ambientales en nuestros viajes, voy a intentar relataros lo que allá dentro pudimos ver, si es que la emoción nos permitió observar todo lo que se apareció a nuestro paso.

Entramos semi a oscuras por un largo pasadizo que desemboca en una sala, las estalagmitas y estalactitas reflejan la escasa luz dibujando enormes columnas kársticas y figuras retorcidas cuando se instalan en lugares donde el viento encuentra orificios por donde penetrar en la porosa montaña. Al final del pasadizo, la guía apaga la escasa luz, estamos en la gruta del silencio. Nada se escucha, solo silencio, el viento no entra allá, no hay vida en la sala, una cavidad de 15 metros de altura y más de 100 de largo, las gotas suenan al fondo en un tic tac húmedo, cansino, periódico y metálico, por lo demás, silencio…, silencio que se cuela en el alma, silencio que apenas deja respirar, falta el aire, se produce una aceleración del corazón, estamos en el centro de algo indescriptible, en las profundidades de la tierra y solo escuchamos… ¡el silencio!.

Continuamos, ahora bajando en escaleras labradas en la piedra, ahora subiendo por rampas acercándonos a la pared para evitar el abismo, más fantástico que real; queremos ver en cada charca del tortuoso camino al mítico pez humano, ese ser irreal sin escamas, del color de la piel humana y cuyas aletas parecen miembros de un cigoto humano, ciego y antediluviano se esconde en las charcas más profundas de las cuevas, pero nuestra fe nos obliga a verlo casi en cada rincón. Pasamos por enormes figuras pétreas que han pasado miles de años escondidas de la vista de los hombres y son amenazadas por la polución y el paso de nuestros congéneres.

De repente, comenzamos a oír un murmullo que se acrecienta, bajamos ahora por cuestas empinadas en salas gigantescas, a medida que caminamos el murmullo se hace rumor y el rumor quebranto, el quebranto da paso al estruendo y el estruendo a la sorpresa…, al final de la gruta el agua salta rota en mil y un instantes, horada, devora, dinamita las piedras a su paso, baja con la fuerza de las inclinadas laderas de los Alpes y penetra en la roca convirtiendo a su paso la belleza en dramatismo, salta y grita, salta y bate, salta y rompe y el estruendo se apodera del alma, nos falta el aliento y seguimos, seguimos, seguimos…, la maravilla del espectáculo del caminar del río Rela, el más importante humedal subterráneo de Europa, se vuelve dolor de repente cuando nos acercamos al torrente y vemos los restos del paso del tiempo, árboles destrozados, ramas henchidas, piedras doblegadas por el ímpetu de las aguas, por el ímpetu de la naturaleza que el hombre no podido, todavía, dominar…

Al salir de la cueva, una ancha y alta herida en la pared, el temporal no solo no ha amainado sino que ha arreciado con virulencia, pero ya no importa, ya no…, lo que hemos visto en esa gruta, la profunda herida que el agua ha causado a la tierra en ese lugar increíble de Eslovenia, es más fuerte que el temporal de viento y nieve del exterior. Es la cueva de ŠKOCJAN, protegida por la Unesco como Patrimonio Mundial que nos ayuda a conservarla para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos pueden sentir y ver lo que nosotros hemos sentido y visto hoy.

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