BECQUER (II). MONASTERIO DE VERUELA

"Ya todo pasó. Las luchas ardientes, las miserias humanas, las pasiones, las contrariedades, los deseos: todo se ha ahogado en aquella música divina. Mi alma está ya tan serena como el agua inmóvil y profunda. La fe en algo más grande, en un destino futuro y desconocido, más allá de esta vida; la fe de eternidad, en fin, aspiración absorbente, única e inmensa, mata esa fe al pormenor que pudiéramos llamar personal, la fe en el mañana, especie de aguijón que espolea los espíritus irresolutos y que tanto se necesita para luchar y vivir y alcanzar cualquier cosa en la tierra".

CARTA DESDE MI CELDA (II)
Gustavo Adolfo Becquer
He entrado por la puerta y he sentido el halo misterioso de mi paisano guiando mis pasos. Un azulejo recuerda su presencia. El frío no acompaña, es un día soleado, miro alrededor y veo muros restaurados, un claustro hermoso y la música de lata que imita a los monjes. Soledad. He caminado por la iglesia, sepulturas de reyes y canónigos, turistas que curiosos acompañan, gótico, renacentista, mudejar…, mezcla de estilos y la música que sigue sonando de fondo. Es el Monasterio de Veruela.

No se ven los monjes el claustro, no se ve comida en el refrectorio, pasado desamortizado, sueños de un turismo interior que ahora se expande. Sentado sobre los muros de piedras renovados siento la presencia de Gustavo que pasea. Sueños de regreso a su niñez, sombras de un adulterio que se dispara. Amor roto, pasado oscuro, de nuevo debe comnezar su búsqueda del amor. Becquer en la penumbra de la estancia.

Y al marchar de nuevo el silencio de la estepa castellana, somontano de un Moncayo de penacho blanco coronado. Carreteras vacias, frío en la cumbre, silencia el alma. No marcho solo acompaño mi senda a nuevos lares, a lo lejos Trasmoz me espera. En el aíre el soplo de una escoba que se aleja, las brujas, los demonios, lo gnomos, todos los seres diabólicos de leyendas que resucitan en el tiempo

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