SEVILLA:FERIA DE ABRIL, LA DUALIDAD DE LA FIESTA

Desde pequeño, cuando mis padres me llevaban a la feria  y paseábamos por El Real o por la calle del Infierno, notaba que había dos Sevillas, separadas y antagonistas, que se miraban con recelo y cuyos rostros a veces no se reflejan en los medios. Dos entidades diferentes de una misma realidad. Lejos de la Sevilla sublime, bulliciosa y extrovertida que yo amo y en donde vi la luz por primera vez, estos días que regreso a la feria he vuelto a ver las dos caras, la amable que se nos presenta como  una luna llena de alegría y alborozo y la otra cara, la  oculta, que sigue transmitiendo que hay distancias, que lo recorrido juntos sigue separado cuando de celebrar se trata.

La cara del paseo a caballo donde el jinete y la amazona o los que suben en calesas engalanadas, te miran desde la distancia que la da su montura con aires de superioridad y a veces hasta con mal disimulada suficiencia, abajo los de a pie, admiramos la grandiosa estampa del animal y su jinete como lo hicieran en su día los incas ante las huestes a caballo de Pizarro. La cruz u otra cara, la de la lejanía entre esas dos partes de la sociedad, lejanas, muy lejanas e inalcanzables. La cara de las casetas privadas con su música enlatada, sus orquestas y coros rocieros, sus tapas de cocina, su manzanilla de "La Guita", su tablao a rebosar y su jarana permanente; la otra cara, la de las colas en el autobús o las largas caminatas por el albero mojado y los charcos que manchan los vestidos, las bolsas llenas de cervezas, sprite, manzanilla de Lidl para el rebujito callejero y bocadillos envueltos en alumino, todo por culpa de los precios disparatados. Cada vez son menos los grupos que se arremolinan a bailar en la calles, cada vez son más los que intentan conseguir su "ascensión" a la caseta, cada vez somos más los que buscamos ese otro polo de la feria alejándonos del original y al marcharnos de nuestro estatus, vamos haciendo la feria más chiquita y elitista y menos feria de la calle.

En la última noche ya no baile al rumbo de sevillanas, tampoco ya incluso de la "macarena" de los del Río, en mi última noche, baile al ritmo de la gozadera y de Taylor Swift y con mucha razón mis compañeros de baile, gallegos todos, decidieron marchar a ver la noche de Sevilla iluminada y abandonar el recinto. Eso otro ya lo tienen en las ferias de sus pueblos..., al menos la Giralda nos regalo su noche iluminada, símbolo de esa Sevilla universal que tanto echo de menos.

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