ECUADOR (X) CUANDO EL DIABLO VISITO EL PARAISO. ISLA FLOREANA


Desde el mar la isla de Floreana en Galápagos parece muy hermosa, su silueta con sus islotes y playas salvajes nos llaman la atención desde cubierta de nuestro barco. Una nube tapa la cumbre del Cerro Pajas, el monte más alto de la isla.

Desde la playa nos seducen las tortugas marinas que nadan en la bahía sacando la cabeza fuera del agua mientras la bañista es asustada por algún ruido al fondo, quizás los peces vela que saltan por encima de las calmadas aguas. Con el tubo puesto disfrutamos de uno de los fondos marinos más bellos que nunca vimos pero, al echar el pie a tierra, un escalofrío recorre nuestra espalda. Floreana está maldita y en los arbustos secos de la orilla, en las escasas piedras del sendero, en el lúgubre barril que recoje correo desde hace más de 300 años, los viajeros los dejan allá y lugo otros que llegan recogen las cartas y se las llevan a su país y las envían a los destinatarios, al seguir caminando,  en la oscura boca de la cueva que guarda el final del camino, algo no suena bien, algo huele mal, algo parece que nos vigila.

Las islas Galápagos siempre han llamado la atención del mundo debido a su impresionante e inigualable belleza y a todo lo que Herman Melville o Charles Darwin dejaron escrito sobre ellas, se suman muchos documentales se han grabado en sus tierras y en el mar que la circunda y que nos hablan sobre su flora, su fauna y la alucinante reserva marina en la que se sumerjen. Sin embargo, este año se estrenó la primera película antropológica sobre el archipiélago y sobre todo sobre la isla de Floreana: Galápagos affair: Satan came to Eden, "el diablo visita el paraíso", basada en hechos reales, los misteriosos asesinatos y desapariciones que ocurrieron en Foreana en la década de los treinta del siglo pasado y que, aún hoy, permanecen sin aclarar.


El documental es digno de una película de Alfred Hitchcock. Esta historia tiene como protagonistas a un dentista alemán Friedrich Ritter y su amante Dora Strauch, quienes llegaron a Floreana en 1929 con la intención de huir del mundo, la familia Wittmer y una pseudo aristocrata, la baronesa Eloise Wehrborn de Wagner-Bosquet y sus dos amantes alemanes, Rudolf Lorenz y Robert Philippson. Unos llegaron por placer y otros por codicia, los primeros nunca llegaron a hablarse y en cuanto a la baronesa que llegó con la intención instalar un hotel de lujo en las Galápagos (el hotel Paraíso), impuso su ley en la pequeña isla con las armas y el poder de sus dos amantes. La historia la pueden leer en internet o ver el documental, lo cierto es que todo acabó con la desaparición misteriosa de la baronesa y Philippson, nunca se encontraron sus cuerpos, la muerte de Lorenz por hambre y sed a la deriva en la isla Marchena, y la muerte por envenenamiento del doctor Ritter. Lo que queda se te va apareciendo si caminas por la isla, restos de edificaciones, hierros retorcidos y el ruido del viento que se cuela por las escasas ruinas que quedan en pie. La isla tiene una pequeña comunidad de vecinos, escasos cien habitantes, donde vive la única superviviente de aquella historia, la hija de Friedrich y Dora: Floreana, pero nunca quiso hablar de aquellas cosas.

Sentados en la arena de la playa rememoramos los hechos dubitativos. La isla nos dejo asombrados, en la mañana recorrimos parte de la isla; una laguna seca con tres flamencos, una playa llena de nidos de tortuga y mantas cacerola que se salen del agua a capturar cangrejos, un tiburón de aleta blanca que patrulla la orilla buscando presas y los pinzones de Darwin que canturrean en las ramas secas de palosanto y en el aire los piratas, las fragatas, que sobrevuelan de nuestras cabeza..., no nos es buen lugar para pernoctar, los mejor es seguir nuestros camino como lo hicieron antiguamente los piratas que paraban solo el tiempo necesario para recoger agua fresca y llevarse carne fresca de tortuga, Floreana nos ha impresionado...

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