INDONESIA: NAVEGANDO SOBRE LA LINEA DE WALLACE

“Dodinga está situado a la cabeza de una profunda bahía, exactamente enfrente de Ternate. Tan pronto como llegué, me presenté al patriarca de la aldea para solicitar una casa para vivir, pero todas estaban ocupadas, y era difícil encontrar una libre. Mientras tanto, me descargué mi equipaje en la playa y preparé un poco de té”.

A R. Wallace, El archipiélago malayo

El naturalista explorador encarna, para muchos, el mito de lo más grande, del ser capaz de abandonar casa, familia, fortuna y marchar en pos de lo desconocido, incluso hoy en día, todos intentamos buscar esos últimos espacios en blanco de nuestra imaginación y luego transmitirlos. Cada uno tiene su héroe particular, producto de su historia o sus lecturas; para mi, uno de ellos se llama Alfred Russel Wallace, para muchos un auténtico desconocido, para otros un olvidado, para la humanidad el hombre capaz de despertar a otro genio, Charles Darwin y conseguir darle la vuelta al mundo científico. El año pasado se cumplió un siglo de su fallecimiento.

Muchos años después de regresar de su vuelta al mundo con el Beagle, Darwin seguía, por convicciones propias, sin publicar su "Origen de las Especies", sus demonios particulares y su respeto a los seres queridos le tiraban para atras, le prohibían publicar el libro que destrozaría, en e buen sentido, creencias y mitos religiosos de nuestra humanidad. En febrero de 1858 una carta proveniente de un joven británico desde el archipiélago malayo, es Alfred Wallace y le pide que por favor le corrija un artículo que  pretende publicar. Wallace describe en el citado artículo, el mecanismo de la evolución y del nacimiento de nuevas especies por selección natural, en el sentido literal que Darwin le atribuiría más tarde. El efecto en Darwin fue devastador, solo se atrevió a decir, según cuentan: "Jamás vi coincidencia más impresionante; ¡si Wallace tuviera mi borrador escrito en 1842, no habría podido realizar un resumen mejor!". En ese momento Darwin no tuvo más remedio que publicar sus teorías.

La historias después nos contó otra cosas y el pobre Wallace nunca tuvo el favor ni el reconocimiento que se le dio a Darwin, la paternidad de la teoría de la evolución por selección natural ha sido invariablemente considerada única e indivisible, cuando lo cierto es que al menos dos padres, y no simultáneamente, tuvieron algo que decir.  Wallace no se inmuto, ni se alteró todo lo contrario, rehuyó cualquier tipo de enfrentamiento, de protesta o de denuncia, y siempre mantuvo hacia Darwin una actitud de genuina admiración hacia el maestro. De hecho en su obra cumbre "El Archipiélago malayo" le dedica a su maestro sus pensamientos y su obra.

Pero Wallace nos enseñó muchas cosas, en el campo de la ecología evolutiva o biogeografía, hay una línea que lleva su nombre: la línea de Wallace. Esta línea imaginaria, marca un límite biogeográfico real que cruza Insulindia y separa las regiones de Asia y Oceanía. Wallace se dio cuenta de que en cierto lugar la fauna (sobre todo) y la flora mostraban un brusco cambio, a pesar de la cercanía geográfica y la similitud climática. Es, físicamente,  la fosa de Wallace. Esta fosa está formada por subducción entre las places de Autralasia y Eurasia. Durante las fases de glaciación cuaternarias, en las que el nivel del mar bajó, a un lado y otro de la fosa quedaron tierras emergidas, mas la propia fosa resultó ser un estrecho profundo e infranqueable para fauna y flora. Es decir: las islas y tierras continentales a cada lado de la fosa intercambiaron poblaciones y recursos genéticos, mostrando una similitud en flora y fauna que no existe entre un lado y el otro de la fosa.

Cuando los homínidos se propagaron, tanto la fosa como la línea conformaron un límite natural infranqueable con Australasia, superado primero por el Homo erectus, luego por el Homo floresiensis y, finalmente, por el Homo sapiens aproximadamente hace unos 70000 años, cuando lograron construir embarcaciones rústicas de juncos.

Hoy hemos navegado sobre la Linea de Wallace, personalmente he sentido un gran respeto hacia el maestro y al desembarcar en Komodo, he mirado al cielo buscando las aves que él nos contó y he visto como eran diferentes a las que vimos en Java. Hoy he mirado al cielo y le he dado las gracias al maestro por habernos dejado un gran legado. Os dejo más fotos en este enlace.

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