LA PALMA Los Indianos: guayabera, sombrero, son, guajira y ron
Todos los lunes de Carnaval, los ojos de los canarios se vuelven hacia la isla de La Palma. A eso del mediodía, una marea blanca inunda la Plaza de España, uy, perdón la Plaza de la Habana, que cambia su nombre sólo por ese día señalado. Miles de personas se aprestan a recibir a la Negra Tomasa mientras una nube de polvos talco se incrusta en cada poro de tu piel y se extiende por el casco histórico de Santa Cruz de La Palma.
En ese momento la música
tradicional cubana se hace himno a ritmo de son, guaracha y guajira. Y es
entonces cuando la herencia criolla, la vinculación de La Palma con Cuba se
hace fiesta y disfrute para quienes llevamos un año esperando este día
especial.
Y el baile, el ron, el buen humor
y la explosión alegre del Carnaval se viste de blanco y talco para recorrer las
calles capitalinas donde ya una nata blanca recubre los adoquines de la Calle
Real y los grupos de amigos se parapetan en cualquier esquina envueltos por el
humo de los puros y arrullados por la música cubana.
Pero ¿de dónde salió esta peculiar celebración? Su origen se recoge en una frase del escritor lanzaroteño Isaac Viera: «Ha cruzado el mar en busca de fortuna, y después de batirse unos cuantos años con la suerte en América del Sur o en nuestras perdidas Antillas, retorna al rincón paterno, más limpio que una patena o que el ojo de un mono, que dicen en la patria de Bolívar». Con estas palabras se resume el retrato de los palmeros que, a principios del siglo XX, desembarcaban en la orilla del viejo terruño tras un tiempo de trabajo en la América Latina. Y es en este contexto del regreso, del tornaviaje, continuo desde el siglo XVI, en el que nace la tradición festiva Los Indianos, celebrada en Santa Cruz de La Palma cada lunes de Carnaval.
Las noticias más tempranas de la
fiesta se remontan a mediados del siglo XIX, en que consta, según el testimonio
de Benigno Carballo Wangüemert, que, tras el avistamiento en el horizonte de
veleros procedentes de Cuba, la ciudad entera suspendía su actividad cotidiana
para dirigirse hasta el puerto y recibir a los indianos nuevos: unos traían
dinero para saldar viejas deudas, otros joyas para las jóvenes casaderas y los más
cartas para entregar a algún vecino o conocido. Muchos de los que se acercaban
al muelle lo hacían inspirados por su espíritu novelero, en busca de escudriñar
quiénes desembarcaban llenos de fortuna.
La recepción de los indianos se acompañó siempre de un bullicio callejero que a menudo se acompañó de la quema de fuegos artificiales, presentes siempre en cualquier manifestación festiva; por su parte, los indianos añadieron a la novedad de los productos que traían consigo (indumentaria, joyería, tabacos puros…) la entrada en la isla de nuevos ritmos musicales que vinieron desde entonces a enriquecer el acervo folclórico insular: la habanera, heredera de las antiguas danza criollas, el son y la guaracha, mezclas de otros ritmos africanos y españoles, la guajira, con sus características décimas de asunto campesino…
El tiempo corrió entonces… y en
la década de 1920 un conjunto de amigos, agrupados en la sociedad humorísticaLa Poteca, inicia entonces el primer desfile de indianos, ahora sí, en el marco
del Carnaval. Músicos, poetas satíricos y reconocidos juerguistas de esos años,
integraron aquellos pasacalles que finalizaban con los bailes de salón
celebrados en el Teatro Chico y en el Circo de Marte.
Pasados unos treinta años, en
1966 los indianos de los felices años 20 se reintegran en el programa del
Carnaval, institucionalizándose su celebración en la tarde del lunes. Desde el
Servicio Náutico del Real Nuevo Club (en la antigua avenida de Bajamar, hoy
avenida de Los Indianos) partía la comitiva, vestida con guayabera, jipijapa,
leontina o traje de cubana, que era recibida con música de rumbas y ron.
Desde entonces, la fiesta se fijó en el calendario del Carnaval de Santa Cruz de La Palma como expresión de una herencia, la de la migración hispanoamericana, que ha sabido convivir con un modo de ser del palmero, asiduo a la cita cómica y amigo de la burla y el buen humor.
La Indumentaria
Los testimonios textuales e
iconográficos del retorno de los indianos a La Palma demuestran que, al menos
desde principios del siglo XX, la figura del emigrante enriquecido procedente
de Cuba llevaba aparejada una indumentaria característica, signo inequívoco de
su identidad. En el caso de los hombres, se tocaban con un sombrero panameño,
«peculiar distintivo de la indumentaria sudamericana» —según Isaac Viera—,
trajes de lino blanco o color crema, botines y la también indispensable
leontina de oro. Con mostacho, a la moda guajira, o barba, el hombre indiano
suele portar sortija con brillante y un gran habano.
Mención a parte merece la
guayabera, una suerte de camisola larga de color blanco o crema, por debajo de
la cintura, con pequeñas tablas a todo lo largo y cuatro grandes bolsillos.
En el caso de las mujeres, los
colores claros, propios del trópico, elaborados en ricas telas (seda, lino o
algodón), suelen presentarse cargados de blondas y encajes, no faltando la
joyería (en pendientes, collares y pulseras de oro o plata, con perlas o
esmeraldas y otras piedras preciosas engastadas) ni una amplísima gama de
sombrerería.
Además, tal y como ha quedado
reflejado por las acuarelas de los hermanos Fierro Vandewalle y varias
referencias textuales, a menudo, los indianos van acompañados de un atrezo muy
particular también: el baúl-mundo, un loro enjaulado, la maleta de madera o
cuero rebosante de billetes y otros complementos.
En 2024 el lunes de carnaval es el 12 de febrero y como siempre viajaremos a disfrutarlo, tenéis la información en este enlace.
Juan Ramón Pérez Ramos
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