MALASIA (III) LA BELLEZA DEL PARQUE NACIONAL DE BAKO


La bruma de los incendios de Indonesia lo cubre todo cuando embarcamos en el viejo puerto de Bako camino del parque nacional.Un estuario de aguas sucias donde todos los pescadores miran con respeto el horizonte. El estuario del Bako está poblado de gigantescos cocodrilos de estuario, los más grandes del mundo y cada año se cobran varias vidas del pueblo pesquero.

Este parque es el parque nacional más antiguo de Sarawak y fue creado en 1957. Tiene una modesta superficie de 27 kilómetros cuadrados y está a aproximadamente 37 kilómetros de Kuching. Es conocido por su extraordinario paisaje natural, sus hábitats, sus plantas y su fauna y flora silvestre. Sus caletas ubicadas en lugares aislados y sus cabos rocosos accidentados con magníficos acantilados verticales que dan al Mar de China Meridional son horadados cada día por el rocío del mar y la acción de las olas, que ayudadas por los vientos marinos han esculpido magníficos arcos e islotes en la base de los acantilados, originando extrañas figuras de sueños antiguos que con la bruma a veces te dan escalofríos.  Tierra adentro, las cataratas y arroyos caen sobre lagos de agua dulce en un entorno formado por una tranquila e idílica jungla que nos sorprendió con una enorme torrentera de agua que alivia el sofocante calor.

Bako tiene una increíble variedad de especies vegetales y distintos tipos de vegetación, y esto constituye una de las grandes atracciones del parque. En Bako es posible ver casi todos los tipos de vegetación que se encuentran en Borneo. En Bako también viven también diversas especies de monos, entre ellos el curioso moro narigudo o probocius monkey, en peligro de extinción y del que quedan aquí unos 270 ejemplares. Este mono sólo se encuentran en Borneo.

Llegamos hasta el parque en un bote surcando el Mar de la China y driblando los acantilados e islotes que nos vamos encontrando en el camino. Luego en tierra recorreremos alguno de los senderos del parque nacional buscando sus especies más conocidas, aunque son dos cerdos salvajes los que nos saludan al llegar en un desembarco mojado. El final del sendero nos conduce a una playa de parque jurásico, entre troncos que arrastro la marea, el sonido de la selva detrás y el miedo a abordar la barca en unos aguas infectadas de cocodrilos..., pero todo ha merecido la pena.

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