Uno de los paseos más apasionantes que podemos hacer en cualquier viaje a la India, es recorrer sus calles en busca de instantáneas que traernos para casa. Lo podemos hacer en las calles de Agra, en el mercado de Jaipur, en las travesías de pueblos y caminos que pasamos en las largas jornadas de coche, en las entradas de los parques nacionales, en el desierto de Jaisalmer o en sus múltiples mercados.
Vemos por las calles mucha gente que trajina con sus mercancías, mucha gente que camina deprisa buscando sustento y mucha gente que charla animadamente en los comercios. También vemos muchos niños: niños que acompañan a sus padres, niños que trabajan en comercios, niños que van a a la escuela y niños que, desgraciadamente, siguen pidiendo por las calles. Los hemos visto en Delhi, pero también en el resto de ciudades.
En la India viven hoy muchísimos niños en la calles, afortunadamente cada día menos, pero aún así los vamos a ver.
Todo eso es la India, un crisol de culturas, hindúes, musulmanes, cristianos, de ascendencia china o cingalesa, punjabis o portugueses..., 1.400 millones de personas que dan ánimo a uno de los países más emergentes de nuestro planeta. Que se levantan cada día sin pensar más que en la jornada que les queda por delante. No pueden pensar en el futuro simplemente por que su futuro es la hora siguiente a la que están viviendo.
Pero hay todavía momento para la esperanza, la nueva economía en India camina a pasos agigantados, poco a poco el país se va transformando, la burocracía comienza a dar paso a nuevas formas de entender y ver la vida.
Los jóvenes se forman y quieren ser todos altos ejecutivos o al menos tener su propio negocio, los niños son obligados a escolarizarse y sancionan a los padres que no lo hacen. Un camino largo, pero un camino que de bien seguro, conocerá a una India más abierta y cosmopolita en este siglo XXI.
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