ISLA CUSINE, UN PARAISO NATURAL. ISLAS SEYCHELLES(VI)


Con tan solo un kilómetro de largo y medio de ancho, Cusine Island se ha convertido en otro paraíso para los conservacionistas. Gracias al esfuerzo de la Royal Society inglesa, la isla fue declarada Parque Natural de Vida en 1975. Hoy solo se pude visitar tres veces por semana bajo la atenta mirada de los guardas del parque y con permiso previo. Gracias a ello, aves tan hermosas como el mosquitero de Seychelles o el Estornino Blanco pueden seguir teniendo aquí un paraíso de vida. Del primero se conservan 400 animales en el mundo y la mayoría viven en este islote. Andra sobre las ramas de Tamarindo y Pisonia y escuchamos sus canto entre los arbustos.



Una lancha rápida nos vomita literalmente en la playa virgen, solo cinco personas viven en la isla y nos reciben alegres y bulliciosas. Se dedican a tareas de limpieza del bosque y su conservación. Caminamos por una playa de arena blanca y aguas turquesas, sin molestar a las aves. Aunque aquí, como ya vi en Galápagos, los animales no temen la presencia humana. Cámara en mano vamos retratando todo lo que SE mueve.


Bandadas de pájaros tropicales de hermosas colas que ondean al viento, blancos inmaculados con su frente negra. Vimos tanbien sus nidos, que hacen sobre troncos vacíos de palmeras en el suelo. No tiene predadores. Sobrevuelan nuestras cabezas en alarde sinfónico. Sobre las ramas más bajas los Fairi Tern, una especia de golondrina blanca como la nata, inmaculada y noble se aparean para toda la vida y ponen un único huevo sobre una yema de una rama. Cuando nace el polluelo, mantienen el equilibrio sobe la misma rama hasta que emprende el vuelo. Otra ave magistral la ceniza Nesse Nody, una especie de pájaro bobo que anida sobre la roca y nos mira indecente mientras hacemos repiquetear nuestras cámaras. También incuba un solo huevo que los dos padres se turnan para incubar. Cuando nace le pollo es una bola oscura de pelo irreconocible.


Pero al marchar ya con la tarde caída, el espectáculo más grande del mundo. Lo vi en las playas del Pacífico de Costa Rica pero aquí ni soñé verlo Una enorme tortuga carey de más de os metros se afana en hacer un hueco en la arena donde depositar sus huevos, exhausta del viaje va poniendo uno a uno, hasta ciento veinte contamos. Después los cubrió con mimo y lentamente se marcho como vino, tras varias horas de fatigosa tarea. Ese espectáculo casi siempre esta reservado a los biólogos, hoy, de nuevo he podido contemplarlo y la felicidad me acompaña de nuevo en ese viaje.

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