Quizás pase desapercibida en las mañanas tranquilas de la ciudad, quizás ni la recuerdes cuando camines por delante de su puerta. Es la Rua Mayor, estamos en Santiago de Compostela, arrecia la lluvia y caminamos escondidos bajo por los soportales, las luces de las calles son tenues, invisibles. El olor a mojado lo inunda todo, se escucha ruidos que vienen de un bar cercano, están cociendo pulpo y el tufillo agradable del animal hervido nos sorprende. Delante del escaparate, una silueta femenina escudriña el interior. Un interior de recuerdos, de recuerdos de mi abuela y mi madre sentadas en el brasero desmadejando lana. Un recuerdo de jerséis que picaban en el cuello, de jerséis trenzados a la moda, de ponchos para el frío, un recuerdo de café caliente tomado en familia en las frías tardes de invierno. La Casa Bonita es un fantasma en la ciudad, un lugar para el reencuentro con el pasado, hoy ya no se desmadeja la lana y son pocas las madres que tejen, pocas las abuelas que comparten misterios con sus nietos al brasero.
La Casa Bonita en la Rua Mayor de Santiago de Compostela, existe no es un sueño y delante de sus escaparate, uno recuerda que hubo un tiempo en el que la nostalgia y el tiempo se daban la mano y no corríamos por la calle abrumados por la hora, hubo en tiempo, créanlo, que no existía Zara, Ni Berska, ni Massimo Duti y si, créanlo, ese tiempo todavía existen en algún lugar de nuestro hermoso país.
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