SENDERISMO. EL VOLCAN DE ARENAS NEGRAS EN LA CALDERA DEL PEROGIL. TENERIFE (II)
La última vez que estuvimos por estos senderos de la Caldera de Pedro Gil, decidimos volver para ver el Volcán de Arenas Negras con luz, ya que la anterior vez, un mar de nubes espectacular nos sorprendió. Esta vez no fuimos solos y la agradable y profesional compañía de Nayra y Aaron de Teno Activo hizo el sendero más lucido y documentado.
Esta vez partimos desde la Crucita con el mismo objetivo, llegar al pueblo de Arafo, en un recorrido de casi tres horas de camino, cuatro si eres un pesado de la fotografía. Dejamos el sendero para caminar por la pista paralela, los ciclistas extremos y las recientes lluvias han dejado el sendero muy mal en las últimas semanas. También porque queremos ver el Aeonium creciendo en las paredes volcánicas. La presencia de David, vulcanólogo residente del ITER de Canarias, nos llena las libreta de anotaciones y concocimientos sobre la actividad volcánica en las islas y lo que para nosotros no son más que capas sedimentarias, para el vulcanólogo son diferentes etapas eruptivas en las cuales se fue creando la isla que hoy conocemos.
La caldera, a esta alturas, y hasta el Volcán de Arenas Negras es el territorio del pino canario, tantas veces agredido y tantas veces, como un Ave Fénix, renacido de sus propias cenizas. Hemos partido desde 2.600 metros de altura, en el tradicional recorrido que hacen los del Valle de la Orotava cuando van a la romería de la Virgen de Candelaria y vamos bajando suavemente sin apenas grandes desniveles. En el camino comienza a aparecer retamas (Spartocytisus supranubis) y escobones (Chamaecytisus proliferus), florecidos en esta época y que embellecen el descenso. Si hubiéramos cogido el sendero tradicional, nos hubiéramos encontrado, además, algún icono mariano engalanado en este mes de mayo.
Llegando al final del barranco de Casme, donde la humedad, a veces, es más evidente, la primavera nos regala la floración de más especies como Taginaste de Tenerife, que no es el mismo que el Azul (Echium virescens), matas de Malpicas (Carlina xeranthemoides) y un endemismo particular el Chagorro (Sideritis oroteneriffae). Y justo allí delante aparece la montaña que por segunda vez vinímos a buscar: La montaña de Arenas Negras. Estalló en 1.705 y cuentan las crónicas que los del valle de la Orotava asustados, trasladaron su virgen hasta La Laguna ante el temor de ser sepultados. El volcán solo sepultó el barranco y como ya dije, se llevo la vida de algunos parroquianos, más por los sustos que por su violencia. Hoy es un paisaje de lapilli yermo,pero hermoso, donde los castaños se están adueñando de las veras debido al clima favorable. Sentado en el suelo, llenado la mano de tierra negra, imaginamos como debió ser aquella mañana que el estruendo lleno de temor a los orotavenses.
A partir de aquí y por el Barranco de la Saleta, pasaremos un enorme pinar donde podemos ver algunos pinos padres inmensos, comienzan los terrenos de cultivos y medianías que ya nos acercan por un pendiente endiablada hasta el mismo municipio de Arafo, con el mar y el valle verde siempre en compañía.
Esta vez partimos desde la Crucita con el mismo objetivo, llegar al pueblo de Arafo, en un recorrido de casi tres horas de camino, cuatro si eres un pesado de la fotografía. Dejamos el sendero para caminar por la pista paralela, los ciclistas extremos y las recientes lluvias han dejado el sendero muy mal en las últimas semanas. También porque queremos ver el Aeonium creciendo en las paredes volcánicas. La presencia de David, vulcanólogo residente del ITER de Canarias, nos llena las libreta de anotaciones y concocimientos sobre la actividad volcánica en las islas y lo que para nosotros no son más que capas sedimentarias, para el vulcanólogo son diferentes etapas eruptivas en las cuales se fue creando la isla que hoy conocemos.
La caldera, a esta alturas, y hasta el Volcán de Arenas Negras es el territorio del pino canario, tantas veces agredido y tantas veces, como un Ave Fénix, renacido de sus propias cenizas. Hemos partido desde 2.600 metros de altura, en el tradicional recorrido que hacen los del Valle de la Orotava cuando van a la romería de la Virgen de Candelaria y vamos bajando suavemente sin apenas grandes desniveles. En el camino comienza a aparecer retamas (Spartocytisus supranubis) y escobones (Chamaecytisus proliferus), florecidos en esta época y que embellecen el descenso. Si hubiéramos cogido el sendero tradicional, nos hubiéramos encontrado, además, algún icono mariano engalanado en este mes de mayo.
Llegando al final del barranco de Casme, donde la humedad, a veces, es más evidente, la primavera nos regala la floración de más especies como Taginaste de Tenerife, que no es el mismo que el Azul (Echium virescens), matas de Malpicas (Carlina xeranthemoides) y un endemismo particular el Chagorro (Sideritis oroteneriffae). Y justo allí delante aparece la montaña que por segunda vez vinímos a buscar: La montaña de Arenas Negras. Estalló en 1.705 y cuentan las crónicas que los del valle de la Orotava asustados, trasladaron su virgen hasta La Laguna ante el temor de ser sepultados. El volcán solo sepultó el barranco y como ya dije, se llevo la vida de algunos parroquianos, más por los sustos que por su violencia. Hoy es un paisaje de lapilli yermo,pero hermoso, donde los castaños se están adueñando de las veras debido al clima favorable. Sentado en el suelo, llenado la mano de tierra negra, imaginamos como debió ser aquella mañana que el estruendo lleno de temor a los orotavenses.
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