LA MADRUGÁ SEVILLANA: DOS ROSTROS QUE ENAMORAN A SEVILLA

La no lluvia permitió que salieran casi todas las hermandades de "la madrugá" sevillana. Anécdotas de una madrugada que todo el mundo estaba esperando. Yo salí temprano en la mañana para verla puesto que, como muchos sevillanos, no me fiaba de que pudieran salir todas.

Y de todo lo que vi me quedo con la sobriedad de Los Gitanos en la Plaza de el Salvador, la seriedad de el Cristo del Calvario en la catedral, el Cristo de la Tres Caídas en el Arenal y la presentación de Jesús al Pueblo por la Setas de la Encarnación, pero sobre todo por la lucha de belleza de los rostros más hermosos de la madrugada, los de las vírgenes de la Esperanza de Triana y la Esperanza Macarena.

La Esperanza Macarena la vi doblar por la calle Cuna enfilando para buscar Feria y regresar a la Macarena, más solitaria que otros  años, la lluvia y el frío retrajo muchos fieles. Un caminar pausado y serio con la señora sobre el palio. Una talla anónima del siglo XVII, de dulzura perfecta que llora la muerte en la madrugada de su hijo querido. A tanta belleza le sobran adornos, para mi gusto, como las flores de esmeraldas sobre el pecho. A la Esperanza de Triana la fui a ver saludar a otra virgen hermosa, la del Baratillo, cuando ya se había abierto el día. Esta imagen atribuida a Juan de Astorga allá por el siglo XVIII es la belleza más serena de la mujer sevillana, que para mi gusto, visita las calles de la capital andaluza. Retrata perfectamente la amargura de una madre ante la perdida del hijo y la serenidad de quien sabe que no ha sido en vano. Dos bellezas distintas de un gran valor emocional y cultural.

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