PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD DE DURBAN SQUARE. KATMANDÚ (II)

En la tarde soleada de este día de Durban Square, tras haber recorrido Thamel en Rick-shaw envuelto en la mares humana que dignifica este centro urbano, las últimas luces de la tarde se posan sobre lo templos hindúes, confiriendo al ambiente un halo místico y misterioso, los mochileros aún deambulan por las calles buscan hogar. Los fotógrafos nos afanamos en dar el último giro a nuestro objetivo para captar toda la luz del instante. En la tarde Durban Square quiere agradar a su mundo.

El Palacio Real se apaga lentamente protegido por los soldados, los mismos que dicen mataron a la última dinastía de reyes que reino Nepal. La Kumani, la diosa viviente que veneran los hindúes, cierra la puerta de su pequeño palacio. Hoy la vimos sonreír. Esta pequeña diosa de tan solo catorce años, es elegida de entre miles para que su pueblo pueda verla un instante al día. Triste, sola, la niña diosa, nos dijo adiós con los ojos.

Los últimos hippies, reflejo de algo que ya no existe, se encaraman al templo más antiguo de Katmandú, como hicieran sus padres hace ya treinta años, pero hoy ya no puede fumar marihuana ni hacer el amor libre sobre las escaleras. Hoy se conforman como contar las historias que les contaran sus padres. Y siguen siendo felices recorriendo las tortuosas calles de la ciudad-caos.

En la noche, sin apenas luz, el milagro que obra la vida, sale la luna se hace dueña de Durban Square, la ilumina y  Katmandú que es un infierno de ruido y olores, se transforma.

En la noche, cuando la policía abandona las calles, los niños sin hogar la toman para jugar y ver de conseguir una rupias para oler pagamento. Por la noche cuando los vendedores dejan la calle, Durban Square, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es un basurero que durante todo el día ha recogido la inmundicia de quien la visita.

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