LAS ALPUJARRAS. GRANADA Y SUS PUEBLOS BLANCOS
Destallamos aquí de la mano de Ecowildlife, un recorrido que nos encanta hacer por las sierras alpujareñas.
Pampaneira
Entraremos en La Alpujarra granadina por Lanjarón y seguiremos ascendiendo por la sierra hasta alcanzar las proximidades de Capileira. Existen varias decenas de pueblos blancos en la escarpada sierra, pero los tres más visitados, y que recogemos en esta ruta, son, quizás, los que mejor explican la peculiaridad de una región hermosa y dura al mismo tiempo. Quien visitó, recorrió y vivió en La Alpujarra y atrajo hasta aquí a muchos de sus famosos amigos fue don Geraldo, como lo llamaban en Yegen, aquel escritor y viajero inglés que se enamoró profundamente de estas tierras. Gerald Brenan (1894-1987) recorrió La Alpujarra y dejó un legado escrito entrañable para los granadinos. Aunque vivió en Yegen, Capileira fue uno de sus lugares de aventura.
Llegaremos a Pampaneira tras atravesar el río Poqueira y dejar atrás la central eléctrica del pueblo. Sus calles son rectas y empinadas y por la mañana huele a pan recién hecho en horno de leña. Su calle principal esta jalonada de tabernas granadinas que se combinan con los pubs ingleses que algunos residentes europeos han ido abriendo. Lo mejor es visitar el pueblo en las primeras horas del día, cuando los turistas todavía no han llegado de la cercana costa. Hay que pararse delante de la fachada de la iglesia de la Santa Cruz (siglo xvi) y entrar en su interior para contemplar los retablos de los siglos xvii y xviii. Cerca de ella está la fuente de San Antonio, en la que reza la leyenda de que el que bebe de sus aguas perderá la soltería. Seguro que el visitante detendrá sus pasos en algunos de sus hoteles o bares, como Casa Narciso o Casa Diego, para degustar alguna típica tapa alpujarreña, como el lomo de orza o la morcilla, antes de descender por sus empinadas calles buscando el Paseo de Federico García Lorca, que lleva por un barranco del río Poqueira hasta la fuente Amarga. Esta fuente, de aguas ferruginosas no aptas para el consumo, merece un alto para, sentados en el pretil, contemplar la silueta imponente del pico MULHACEN y una de las estampas más bonitas de la sierra.
Bubión
El pueblo debe su nombre a que el agua emerge y bulle por doquier. Calles empinadas y casas de cal blanca y tejado de pizarra constituyen la arquitectura típica de toda la sierra. Recuerdo de su pasado árabe son sus callejuelas estrechas; la sombra se apodera de ellas durante la mayor parte del día, lo que hace más llevadero el calor del largo verano granadino. En la parte más baja de Bubión se levanta la hermosa iglesia Parroquial del Rosario (siglo XVI), de estilo mudéjar, erigida sobre la mezquita del lugar y de la que se aprovecha el minarete, hoy torre con campana. Junto a ella los restos de un torreón que sirvió de defensa al núcleo urbano en la época de los omeyas. En la plaza del pueblo también nos encontramos con la hermosa fuente de los Cuatro Caños. Se sube por la calle Real, entre casas encaladas y jardineras con geranios, hacia el núcleo del barrio alto para contemplar los tejados de pizarras y chimeneas típicas alpujarreñas, así como unas impresionantes vistas de Sierra Nevada. Sus plazas empedradas recuerdan que hasta hace bien poco aquí se trillaba el trigo con mulas. Aún hoy se puede ver a los pastores descendiendo de las pasturas a lomos de sus mulas y caballos. Un letrero a la entrada del barrio bajo recuerda que este villa nació visigoda, fue fortín y plaza árabe y reconquistada dos veces, por los cristianos en las postrimerías del fin de al-Ándalus y, en tiempos más modernos, por los autobuses que suben de Motril y Almuñecar cargados de turistas para comprar jarapas --alfombras típicas-- y artesanía.
Pampaneira
Entraremos en La Alpujarra granadina por Lanjarón y seguiremos ascendiendo por la sierra hasta alcanzar las proximidades de Capileira. Existen varias decenas de pueblos blancos en la escarpada sierra, pero los tres más visitados, y que recogemos en esta ruta, son, quizás, los que mejor explican la peculiaridad de una región hermosa y dura al mismo tiempo. Quien visitó, recorrió y vivió en La Alpujarra y atrajo hasta aquí a muchos de sus famosos amigos fue don Geraldo, como lo llamaban en Yegen, aquel escritor y viajero inglés que se enamoró profundamente de estas tierras. Gerald Brenan (1894-1987) recorrió La Alpujarra y dejó un legado escrito entrañable para los granadinos. Aunque vivió en Yegen, Capileira fue uno de sus lugares de aventura.
Llegaremos a Pampaneira tras atravesar el río Poqueira y dejar atrás la central eléctrica del pueblo. Sus calles son rectas y empinadas y por la mañana huele a pan recién hecho en horno de leña. Su calle principal esta jalonada de tabernas granadinas que se combinan con los pubs ingleses que algunos residentes europeos han ido abriendo. Lo mejor es visitar el pueblo en las primeras horas del día, cuando los turistas todavía no han llegado de la cercana costa. Hay que pararse delante de la fachada de la iglesia de la Santa Cruz (siglo xvi) y entrar en su interior para contemplar los retablos de los siglos xvii y xviii. Cerca de ella está la fuente de San Antonio, en la que reza la leyenda de que el que bebe de sus aguas perderá la soltería. Seguro que el visitante detendrá sus pasos en algunos de sus hoteles o bares, como Casa Narciso o Casa Diego, para degustar alguna típica tapa alpujarreña, como el lomo de orza o la morcilla, antes de descender por sus empinadas calles buscando el Paseo de Federico García Lorca, que lleva por un barranco del río Poqueira hasta la fuente Amarga. Esta fuente, de aguas ferruginosas no aptas para el consumo, merece un alto para, sentados en el pretil, contemplar la silueta imponente del pico MULHACEN y una de las estampas más bonitas de la sierra.
Bubión
El pueblo debe su nombre a que el agua emerge y bulle por doquier. Calles empinadas y casas de cal blanca y tejado de pizarra constituyen la arquitectura típica de toda la sierra. Recuerdo de su pasado árabe son sus callejuelas estrechas; la sombra se apodera de ellas durante la mayor parte del día, lo que hace más llevadero el calor del largo verano granadino. En la parte más baja de Bubión se levanta la hermosa iglesia Parroquial del Rosario (siglo XVI), de estilo mudéjar, erigida sobre la mezquita del lugar y de la que se aprovecha el minarete, hoy torre con campana. Junto a ella los restos de un torreón que sirvió de defensa al núcleo urbano en la época de los omeyas. En la plaza del pueblo también nos encontramos con la hermosa fuente de los Cuatro Caños. Se sube por la calle Real, entre casas encaladas y jardineras con geranios, hacia el núcleo del barrio alto para contemplar los tejados de pizarras y chimeneas típicas alpujarreñas, así como unas impresionantes vistas de Sierra Nevada. Sus plazas empedradas recuerdan que hasta hace bien poco aquí se trillaba el trigo con mulas. Aún hoy se puede ver a los pastores descendiendo de las pasturas a lomos de sus mulas y caballos. Un letrero a la entrada del barrio bajo recuerda que este villa nació visigoda, fue fortín y plaza árabe y reconquistada dos veces, por los cristianos en las postrimerías del fin de al-Ándalus y, en tiempos más modernos, por los autobuses que suben de Motril y Almuñecar cargados de turistas para comprar jarapas --alfombras típicas-- y artesanía.
Capileira
Situada en el tramo medio del Poqueira, Capileira creció de cara al sudoeste para aprovechar al máximo la calidez del sol. Su núcleo urbano serpentea por la ladera entre algunas de las casas más típicas de toda La Alpujarra, con sus azoteas encaladas y sus muros de piedra blanqueada. Es curiosa la similitud de estas casas con las construcciones del norte del Magreb. En la villa se encuentra el Museo Pedro Antonio de Alarcón, que recoge la memoria del célebre literato granadino, perteneciente al movimiento realista del siglo XIX. Caminando por el barrio bajo llegaremos hasta la iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Cabeza, del siglo xviii. La imagen de la virgen de La Cabeza fue donada por los Reyes Católicos tras la conquista de Granada. Capileira cuenta todavía con dos lavaderos públicos en sus calles, uno cercano a la fuente de la Hondera y otro bajo la fuente de la Pileta.
En sus idas y venidas por La Alpujarra, Gerald Brenan paseó por la tortuosas calles de estos pueblos alpujarreños y se enamoró de sus eras, de sus gentes, de la naturaleza y sus paisajes, pero sobre todo del espíritu que emana de todos y cada uno de los iconos que hacen de La Alpujarra un lugar asombroso. Desde Ecowildlife Travel, recorremos estos pueblos blancos varias veces al año para rendir homenaje a sus gentes.
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